octubre 05, 2017

¿NUEVA CRISIS O DEJÁ VU?

Por: Carlos Arturo Gamboa B.
Docente Universidad del Tolima

De nuevo se agitan las aguas en las Universidades Públicas. La alarma fue activada por un viejo problema, que como un tumor convive con el Sistema de Educación Estatal desde inicios de los años noventa, la desfinanciación.
Lentamente las universidades públicas han ido deteriorándose. Física y académicamente. Mientras el sistema mundo, la sociedad y los gobiernos de turno le reclaman mayor impacto, más calidad, mayor cobertura y mejores indicadores, las universidades pasan afujías para cumplir con lo básico del día a día: el pago de sus nóminas administrativas, el salario de los docentes y una poca inversión en infraestructura e investigación.
Las transferencias cada vez son menores, de parte del gobierno central y de parte de los gobiernos locales en el caso de las universidades de corte regional. Por eso muchas andan en el rebusque, sin aumentar el costo el de matrículas, porque allí se forma la población menos favorecida, cerca de 600.000 colombianos.
Poco tiempo para pensar la academia tienen hoy los directivos académicos de las universidades, deben estar hurgando aquí o allá para obtener recursos. El Estado parece desatendido de esta complejidad problemática. ¿Ignora acaso la importancia de un saludable sistema educativo para la reconstrucción del país? Queremos ser un país de punta con una educación de retaguardia. Eso es imposible. Miremos el mundo y obtendremos evidencias.
Hemos sobrevivido durante décadas en un tira y afloje entre las comunidades universitarias y los gobiernos de turno para que asuman la responsabilidad de la educación con todos sus bemoles. Paros, marchas, ceses de actividades, cierres temporales, desmanes, atropellos, muertos, detenidos, desapariciones y mil acontecimientos más hacen parte del inventario de una lucha por sostener la educación de los más pobres. Jamás hemos recibido del Estado lo merecido, siempre hemos trabajado con las uñas. La educación en Colombia ha vivido 200 años de soledad.
Y si al problema de la desfinanciación de la universidad le sumamos los otros: la corrupción, la politiquería, la mercantilización, la desvalorización del saber, la primacía del capital sobre el conocimiento, la cosificación de la formación y muchos otros, llegaremos a la conclusión que la universidad apenas sobrevive y su condición es la crisis permanente.
Por eso hoy cuando nos convocamos de nuevo a defender la Universidad Pública, sentimos que esta crisis ya la hemos vivido. Esto es un dejá vu.

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