Por: Carlos Arturo Gamboa B.
Docente IDEAD-UT
Algunos
personajes de la Universidad del Tolima, incluyendo a un puñado que poseen
etiqueta de “añejos luchadores”, hasta hoy descubren que el Alma Máter de los tolimenses
está supeditada al gobierno de las élites regionales y que ellas han dirigido (lamentablemente)
el destino de la educación superior púbica y por eso, en gran parte, es que nos
encontramos en este atroz estado. Hoy
son los conservadores, hace unos meses eran los liberales en complicidad con
muchos “librepensadores de izquierda” y otros conservadores, y si seguimos
hacia atrás encontraremos que personajes “ilustres” como Delgado Peñón, Gaitán,
Guillermo Santos, Gómez Méndez, Castilla, Gómez Gallo, Andrade, Santofimio y cientos de
politiqueros más han criado sus polluelos en el campus, pero solo son capaces
de ver a Barreto quien hoy monta sus galpones por aquí.
Algunos
personajes de la Universidad del Tolima, incluyendo a muchos que en el pasado
fueron nombrados a dedo en cargos directivos, hoy se rasgan las vestiduras
clamando por democracia, incluso varios que cuando llamábamos a la construcción
de Democracia Profunda, se reían en nuestras caras. Muchos de ellos hicieron
naufragar la Asamblea Universitaria porque los supuestos 142 delegados no
representaban a nadie, pero si fueron a sabotear e impedir que desde allí se gestara
una propuesta de transformación de la UT. Hoy extrañan la democracia, esa que
se negaron a construir cuando estaban en el poder o se amamantaban de él.
Algunos personajes
de la Universidad del Tolima, creen que el gobernador Oscar Barreto es el
salvador porque ayudó a tramitar el aumento de transferencias del departamento,
pero vale la pena recordar que él como presidente del Consejo Superior Universitario
está cumpliendo con su deber de velar por la formación pública y la universidad
de la región. Claro está que en beneficio de inventario hay que recordar que al
anterior gobernador, Delgado Peñón, quien supuestamente era amigo de la UT y de
las directivas, terminó por extenderle una cuenta de cobro de 30 mil millones a
la universidad: le salimos a deber. En ese sentido, este gobernador está
avanzando, pero la deuda social del Tolima con su universidad sigue vigente. Igual,
su gestión no le da derecho a instalar sus galpones por acá.
Algunos
personajes de la Universidad del Tolima, siguen creyendo que “aquí no va a
pasar nada”, continúan defendiendo esa vieja universidad burocrática que les ha
dado gabelas, esa universidad estancada en la mitad del siglo pasado, parroquial,
confesional y gamonalesca. Y mientras siguen llamando a su mesías o aglutinados
después de mil disputas pero hoy unidos por el “destetamiento” o haciendo
puntos o vegetando en oficinas o transitando indiferentes por el campus, la
historia nos demuestra que si no somos capaces de gestionar el cambio, otros
vendrán y nos cambiaran, y como en el cuento de Gabo alguien terminará por
decirles: “Yo lo dije que algo grave iba a pasar, y... me dijeron que estaba loca”.
Algunos
personajes de la Universidad del Tolima, claman el retorno de los brujos que
les restablezca ese des-orden político que tantos dividendos les dio, cuando
con tamales, arroz chino, pancartas, diplomados gratis, cooptación de seudo-líderes
estudiantiles, busetadas de egresados y whisky conseguían elegirse como decanos
para después repartir los puesticos a dedo. Ahora asumen que están siendo vulnerados,
cuando ellos con su comportamiento deshonesto y anti-universitario
contribuyeron a la debacle.
Algunos
personajes de la Universidad del Tolima, se creen con el derecho de concentrar
el poder y vetar la democracia, anclados en el discurso de “Recuperar la UT”,
cuando todos sabemos que los males de la democracia no se curan limitando la democracia,
sino puliéndola en el debate, en la argumentación y en la construcción
colectiva, aunque sepamos que ese es un camino tortuoso en medio de una
comunidad enseñada a que el grito opaca el argumento. Pero se supone que somos
una institución que educa y por lo tanto, debe educarse en democracia.
Algunos
personajes de la Universidad del Tolima, no dimensionan el valor y el peso específico
que el Instituto de Educación a Distancia (IDEAD) le ha dado a la región y al
país, y, quizás cometiendo errores repetidos, asumen que la lógica que debe
imperar es la de los indicadores que midan lo inmedible, muy en la línea de las
administraciones anteriores quienes por falta de visión descuidaron un proyecto
clave en la vida de la UT. Por lo tanto, debemos asumir el debate del IDEAD a
la altura de las circunstancias actuales, -y sin la pasividad que hoy adormece
los cuerpos del IDEAD-, pero sin olvidar cuál es la misión social del Instituto,
porque si reducimos todo a indicadores y estándares, caemos en la trampa global
y debemos cerrar más de la mitad de las universidades públicas de este país que
no cumplen con los famosos (y letales) estándares de calidad, los cuales nunca
fueron capaces de medir la potencia del saber y la cultura, mucho menos la labor
social de la educación pública: ni en presencial, ni en distancia.
Algunos
personajes de la Universidad del Tolima, empiezan a mostrarse los dientes porque
según ellos se acerca el momento para definir los candidatos a la rectoría en
propiedad, y en medio de esta disputa no son capaces de vislumbrar que la UT
sigue en cuidados intensivos y que de las decisiones que se tomen hoy depende
la recuperación financiera y académica, sobre todo está última que apenas se
dibuja en el horizonte. Quizás en su lucha por un botín, terminen por darle
cabida a un motín.
Algunos
personajes de la Universidad del Tolima, viven murmurando e inventando mil
historias sobre traiciones y entregas de quienes hemos asumido una posición
crítica constante, quizás porque como dice el adagio popular “quien las usa, las
imagina”; pero son incapaces de comprender que la universidad debe ser el interés
máximo y que hoy no podemos quedarnos defendiendo la baldosa de la comodidad porque
hace rato tocamos fondo.
Algunos
personajes de la Universidad del Tolima, afortunadamente cada vez son más, (ojalá
fueran todos) siguen aportando desde las cotidianidades a la reconstrucción de
un proyecto vital para la sociedad como lo es la UT, y en medio de las
penurias, la zozobra, la falta de claridad en las políticas y las mentiras que
muchos hacen circular para evitar que las cosas cambien, se asumen como sujetos
universitarios más allá de las diferencias y concepciones que sobre la
Universidad se tengan. Por ellos y con ellos, vale la pena seguir en la idea de
construir una universidad distinta.
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