Por: Carlos Arturo Gamboa Bobadilla
En la isla de
Colciencias fue construido un laberinto cuyo acceso solo le estaba
permitido a una casta. Su arquitecto, un
personaje sin rostro definido, solían describirlo como un hombre con cabeza de
loro, pues su principal habilidad consistía en repetir todo el tiempo los tres
o cuatro enunciados que su amo del norte le había dictado. Vigilante del
laberinto, el deforme ser solía alimentarse de artistas, pintores, cineastas,
escritores de mirada lánguida, constructores de memorias, narradores de otras
versiones de la historia y sujetos afines.
Según el mito,
cada siete años, o cada vez que había una nueva convocatoria, el monstruo entraba
en furia y debía alimentarse. Su voracidad era tal que no existía forma de
crear parámetros para salvarse de su apetito. Para ello, los incautos eran
atraídos al laberinto con la promesa de un futuro promisorio de citas,
conferencias, ponencias, publicaciones en los códices del cielo y el averno,
ránquines y demás alucinaciones propias del mundo del engaño.
Cuenta la
historia que un poeta de mirada soñadora, de adjetivos plácidos y de
intenciones bonachonas, decidió visitar la isla. Llenó los formatos predilectos
que funcionaban como pasaporte de entrada al submundo, se unió a un grupito de
pintores desarraigados que trazaban llantos y cuerpos destrozados en los oleos
de la realidad, y juntos emprendieron el periplo. Nunca hicieron caso de las
advertencias de otros artistas que habían sobrevivido a las atrocidades del
laberinto y ahora descansaban anónimamente en los parques de las ciudades. Al
llegar a la isla y mostrar sus cvlac (extraño nombre de etimología imprecisa),
fueron designados para ser guiados por Ariadna, una hermosa mujer fogueada en
los altibajos de la in-docencia. Ella los condujo hasta la entrada del
laberinto, y antes de que los artistas ilusos se perdieran en la oscuridad del
túnel, le juró amor eterno al poeta: - Aquí estaré a tu regreso- le dijo
conmovida en melancolía, casi rosando el llanto; -Juro que después de este
periplo serás nombrado master entre los masters.
Apenas hubo
pisado el campo de las desolaciones, el poeta, quien guiaba el grupo de
incautos, sintió la pesadez de un mundo inventado para la opresión. Quiso
retroceder, pero a sus espaldas los muros se cerraban y sus compañeros de viaje
deliraban mientras eran tragados por los recovecos. Al fondo de la oscuridad se
escuchaban los gemidos de una bestia amorfa que pedía indicadores, cuartiles,
evidencias, diplomas e indexaciones; ante la negativa de los perdidos artistas,
fueron devorados.
Entonces el
poeta recordó la promesa de Ariadna, su guía y directora de la oficina de
investigaciones. Gritó, pero su eco se reproducía como un lamento que flotaba
en las paredes laberínticas, sin obtener respuestas. Comprendió lo que ya
sabía, de nuevo había sido timado. Se dirigió al centro de la atrocidad,
encendió un cerillo, y mientras esperaba el fatal desenlace, tarareo con
valentía esos últimos versos:
Traicioneras
son las palabras a mi época
Refugiados,
los poetas, en las trincheras del olvido
Asumen
la victoria de los narradores de la sangre.
Hemos
perdido los privilegios
En
el reino de la muerte,
Ahora
los secuaces conducen las ideas
Y
somos sospechosos de vivir.
Aun los incautos
que se atreven a visitar el laberinto, suelen contar que estos versos se
repiten en los recovecos, como el eco antiguo de una tragedia que parece no
tener fin.
Qué bien presentado la realidad del mito en el que estamos!
ResponderBorrarexcelente, gracias,
ResponderBorrarMaría Cecilia Plested
No entiendo cómo ese poeta llegó tan ingenuamente al laberinto, si ya había aprendido a sobrevivir y a vivir sobre este otro laberinto regional, donde el eco repite las incapacidades de muchos, de los que la usurpan y quieren que los demás aprendan a pensar en pequeño.
ResponderBorrarLlego a la isla por sencillez, inquietud ,como lo son los poetas. Me fascino el verso donde clama a la honestidad en la palabra y no la traición y olvido. Es realista en el poema , al manifestar que el poder ideológico lo tienen los malos y sencillamente el poeta aquel que busca el cambio, el escritor comprometido con lo social,aquel pensante que con su pluma clama cambios es un sospechoso ante el sistema.
ResponderBorrarQue ironía ,cruelmente es nuestra realidad