Carlos Arturo Gamboa B.
Mientras
trataba de retomar el aliento iba pensando en la lejana posibilidad de
encontrarlo esta vez. Ya eran muchos los intentos terminados en frustración,
pero no se le ocurría desistir. Terminó de ascender entre riscos espinosos y
luego tuvo que luchar contra un camino arenisco que le hacía perder el
equilibrio. Miró hacia el cielo, como intentando establecer una señal de
ubicuidad, pero parecía estar enmarañado por la vegetación. Supuso que aún
estaba empezando la tarde porque el sol se colaba entre el herbaje. De repente,
como si alguien lo hubiese presentido con ganas de claudicar, apareció frente a
su mirada una especie de cambuche maltrecho. Frenó en seco y se enfrentó a la
posibilidad del miedo.
- Buenas tardes… ¿hay alguien aquí?
Gritó lo más alto que pudo, exhalando de sus pulmones la última ración de oxígeno.
- Buenas tardes… buenas tardes… ¿Hay
alguien…?
- Santo y seña. Patria o muerte.
Contestó una voz desde algún lugar incierto de aquella choza.
- Buenas tardes señor.
- Santo y seña. Patria o muerte. ¿Qué
busca el individuo?
- Ando buscando a Julio Calarcá, mi
hermano.
Hubo
un silencio inquietante que Eustacio aprovechó para inspeccionar rápidamente el
lugar. Estaba frente a una choza construida con hojas anchas que cubrían un
soporte de troncos de arbustos, no muy gruesos.
- ¿Y para qué lo busca el señor?
- Para darle un mensaje
- ¿De quién?
- De nuestra madre
- ¿Y cómo llama la señora en cuestión?
- Dorotea Cuellar
- Dígale a la señora que Julio está al
servicio de la revolución.
Luego
vino otro silencio más largo y mientras trataba de precisar sus siguientes
palabras, por primera vez Eustacio pensó en la posibilidad de que aquella voz
fuera la de Julio.
- Señor, señor, ¿conoce usted a Julio?
- Lo suficiente para informarle que él
no se distraerá por mensajes proveniente del mundo esclavizado.
- ¿Y no existe la posibilidad de que
pueda hablar con él?
- No señor, la revolución no da tregua,
ya tendrán tiempo de hablar cuando la justicia se tome las ciudades.
- La verdad me urge hablar con él. Esto
último lo dijo un poco desconsolado, casi seguro que Julio eran un nombre
perdido en aquella selva, carcomido por los jejenes, alterado por la pesadez de
la clorofila.
- Es mejor que se apee señor, allá en
la esquina hay una vasija con agua, beba un poco, y debajo de esas ramas hay un
atado de panela, coma también una ración, no mucha.
Eustacio
obedeció al detalle, llevaba horas sin probar alimento diferente a frutos
extraños que el hambre convertía en manjares.
- ¿Cómo es que alguien de ciudad se
interna en estos parajes? – Interrumpió de nuevo la voz un poco amenazante.
- Ya le dije señor, busco a mi hermano
Julio
- ¿No será usted un hijueputa del
gobierno?
- Para nada señor, soy hermano de
Julio, Eustacio Calarcá, y le traigo una razón de mamá.
- No tiene usted pinta de hermano de
Julio, mucho más bajito y debilucho y con esa cara de trabajar para algún
empresario promotor del capitalismo salvaje. Usted tiene pinta de vasallo del sistema
y por aquí esa gente no la pasamos
- Lo siento señor, sólo busco a Julio,
mi hermano
- Julio nunca me dijo que tenía
hermanos amanerados
Eustacio
guardó silencio. Ahora se sentía prisionero de aquella conversación. No sabía
qué decir, cualquier argumento sería inútil. ¿Qué podría saber de la realidad
aquel hombre enclaustrado en la selva? Se sentía profundamente indefenso.
Estaba a la merced de un fermentado revolucionario. Pero tenía que hallar a
Julio.
- Miré señor, retornó la voz desde la
choza, es mejor que se marche, descanse un poco y devuélvase para la ciudad a
cuidarle el capital a su patrono.
- Lo siento señor, pero me es
imperativo darle la razón de mamá a mi hermano.
- No joda hombre, no entiende que para
nosotros lo único imperativo es la revolución. Cuando uno se viene pa`l monte
se compromete es a luchar, lo demás es una anécdota del pasado. Si uno
estuviera pensando en lo otro no podría enfrentar al enemigo.
- Pero…
- Pero mejor no diga más, y devuélvase
y dígale a la tal señora Dorotea que Julio está bien, que su sueño de libertad
se hizo realidad y que pronto, cuando los defensores del pueblo se tomen las
ciudades lo verá, y entonces la gente entenderá nuestra lucha.
Eustacio
agachó la cabeza y su cuerpo tradujo el lenguaje de la derrota. Descargó la
vasija en la que bebió agua, y juntó las sobras de la panela. Parecía hacerse
de noche.
- Señor, hágame un gran favor, si se ve
con Julio dígale que su hermano vino a buscarlo, Eustacio Calarcá, y dígale que
le traía un mensaje de mamá, Dorotea es el nombre.
- Con gusto señor, pero no olvide usted
que él anda muy ocupado con la revolución y tal vez ni le interese el dato.
- Sólo dígale eso, tal vez se pueda
comunicar conmigo, ¿si quiere le dejo la dirección?
- ¿Y para qué hombre? Ya le dije que
él está comprometido con la justicia y
la lucha, no se va a poner a pensar en su madre y su hermano cara de
empresario…
- De todas maneras dígaselo
- ¿Y cuál es el mensaje de su madre?
- Lo siento, eso sólo se lo puedo decir
a él en persona
Entonces
Eustacio vio un rostro poblado de barba que se asomaba entre los juncos que
rodeaban la choza, un rostro curtido de selva, repleto de arrugas
revolucionarias, un cuerpo cubierto por un traje camuflado por el barro y en
cuya mano sostenía un fusil.
- No dispare señor –imploró el
visitante-
- Tranquilo Eustacio, deme el mensaje
para Julio, el mensaje de su mamá
- Mi madre manda a decir: “Díganle a
Julio que la guerra terminó”
- ¿Y cómo está ella?
- Muerta, llorada y sepultada. Hace ya
cinco años.
Julio
descargó el fusil sobre el tronco de un árbol. Miró a su hermano indefenso,
como cualquier citadino extraviado en un parque, luego dio la vuelta y tomó un
pequeño sendero detrás del rancho, como buscando la fosa común de sus
recuerdos.
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Cuento ganador del 7o Concurso Nacional de Cuento RCN - Ministerio de Educación Nacional de Colombia (2013). Modalidad Docentes.
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Cuento ganador del 7o Concurso Nacional de Cuento RCN - Ministerio de Educación Nacional de Colombia (2013). Modalidad Docentes.
Congratulaciones Carlos, me gustó mucho tu cuento.
ResponderBorrarMarcelo Antinori
Amigo Gamboa...Es bello el texto. Siempre gracias amigo ....amigo Gamboa.
ResponderBorrarCon respeto y mucho aprecio
Marco T.
Enhorabuena por ese premio muy merecido, ojalá todos pudieramos llevar ese mensaje y ser escuchados a quienes van dirigidos.
ResponderBorraramparo marchena
Berraquísimo el cuento.
ResponderBorrarFelicitaciones.
Héctor Galeano
respetado sr gamboa.soy pianista y me ofrezco para tocar el piano en sus ceremonias que se pueda necesitar. mi nombre es ivan gil. me conoce el dr jorge pardo. muchas gracias.
ResponderBorrarIvan Gil
Hola Carlos, gracias por compartir tu cuento, me gustó. Desde la ironía logras contar una historia muy humana. Felicidades.
ResponderBorrarJohn Jairo Junieles
Carlos nuevamente felicitaciones, es un cuento muy interesante. Gracias por compartirlo con nosotros.
ResponderBorrarMaría Yud
Profe muchas gracias por compartir. Vuelvo y le digo, felicitaciones, merecidísimo el reconocimiento. El cuento, inquietante, muy bueno.
ResponderBorrarSaludos.
María Paula Garavito.
Buenos días profesor Carlos
ResponderBorrarMuy bien cuento felicidades. Merecía ganar.
Que tenga buen día
Cread Medellin
Nuestra realidad en letras, felicidades Gamboa no solo por el premio,sino por poner el intelectualismo en manos de la sociedad, para quien quiera tomarla y poseerla.
ResponderBorrarFelicitaciones, Carlos eres el mejor. Siempre dije que tu estabas para grandes cosas..
ResponderBorrarUn abrazo,
Edelmira Arevalo
Buenas tardes Carlos Arturo:
ResponderBorrarMe gustó muchísimo el cuento, más que merecedor del premio. Leo siempre sus mensajes con inmenso placer. Felicitaciones.
Un abrazo,
ESPERANZA JARAMILLO
LISTO CHINITO. GRACIAS Y NUEVAMENTE LO FELICITO NOBEL 3. USTED SABE QUE SIEMPRE SEREMOS AMIGOS Y LO QUE ENRIQUECE ESTA AMISTAD ES QUE AFORTUNADAMENTE SOMOS COMPLETAMENTE DIFERENTES.
ResponderBorrarNI MÁS FALTABA QUE ME PARECIERA POR LO MENOS UN POQUITICO A USTED. GASSSSSSSSS.
SU AMIGO
NOBEL 2
Ernesto Monroy Gonzalez
Excelente mi maestro del alma. Y si... cada día transformas una gran parte del mundo.
ResponderBorrarUn abrazo
nancy cardenas ortega
Maestro Gamboa, gracias por compartir su texto.
ResponderBorrarSu lectura provoca o despierta antiguos sentires....emociones y por su puesto reflexiones:
ojala los viejos guerreros se transformaran en filósofos
Grupo de Teatro Universidad del Tolima
Hermosa naración,gracias.
ResponderBorrarMina Vargas Urueña