Jorge
Gantiva Silva
Filósofo. Universidad Nacional de Colombia
Profesor Titular. Universidad del Tolima
Tomado de Revista Izquierda No. 39
Tomado de Revista Izquierda No. 39
El
perverso silogismo de la resignación
La
ausencia de pensamiento estratégico tiene sumida a la izquierda en un alto
grado de confusión, cinismo y pragmatismo. Aferrada al viejo sistema
posibilista, resigna su lucha por la construcción de un “nuevo orden” ante los
supuestos imponderables de la realidad: parodias de elecciones y caudillos,
juegos de poder, maniobras en el tablero del Establecimiento y del
parlamentarismo. El simulacro es mayor: proclamas de “unidad”, propuestas de
“alianzas” e ilusiones de “tercerías”. En décadas es el mismo cuento, porque el
cuento es moverse como “moscas atrapas en la botella” (Bobbio), sin vislumbrar
un horizonte creador de alternativa. Zizek (Viviendo en el final de los
tiempos, Akal) habla de “tiempos interesantes” en sentido irónico,
dialéctico, para dilucidar y revelar “lo escondido”, lo “no dicho”, la “parte
sin parte”, lo “no evidente”. Zizek recuerda con frecuencia el aforismo de Mao:
“Hay caos bajo los cielos; la situación es excelente”, para señalar el carácter
irreductible de la lucha, del antagonismo y del conflicto. Más que despertar la
conciencia y abrir los ojos, la “situación es excelente” convoca los cuerpos y
los lenguajes para producir un giro estratégico en la disposición de los discursos
y las miradas. Contrario a la creencia común, los “tiempos interesantes”
preludian tormentas, intranquilidad, luchas intensas. “Lo interesante” es que
el tiempo histórico abre una posibilidad para la creación, para la inventiva
popular y la ruptura radical. Sin embargo, en Colombia parece cumplirse la
sentencia de Perry Anderson de que las ideas de la derecha y el Establecimiento
ganaron la “partida”; el “centro se ha adaptado cada vez más a ellas; y la
izquierda sigue, mundialmente hablando, en retirada” (Spectrum, p.10).
La
violencia y la fatalidad aplicaron el somnífero de la desesperanza, el no
futuro, la banalidad del mal. La democracia o el demo-fascismo como prefieren
llamar algunos se apoderaron del Imaginario, y lo Simbólico quedó atrapado
entre las ruinas de rituales y simulaciones. Tras la fascinación de la diosa de
la Violencia, la izquierda sacralizó las elecciones como icono paralizante de
la política. En sus actuaciones opera el más perverso silogismo: a) El
capitalismo ha derrotado la alternativa revolucionaria; b) la izquierda
colombiana se adaptó a la lógica del capital; luego, c) no hay alternativa
revolucionaria al capitalismo. Con este imperativo, no hay nada que hacer,
salvo acomodarse y adaptarse a lógica del sistema y del capital. La democracia
ha devenido el nuevo Leviatán que domina el espacio y las
subjetividades: en vez de abrir y potenciar el sujeto plural, cercena e impide
el despliegue de Lo común. Al despojar la democracia la potencia
creadora del ser, la política naufraga en la “racionalidad instrumental, el Marketing,
la ensoñación narcisista de caudillos y la ilusión de la representación. Las
elecciones son fijaciones que dominan la cabeza de la política pragmática. Su
cosificación histórica ha desdibujado su proyecto de emancipación.
Caos bajo los
cielos
El
panorama (in)cierto de la izquierda es tragi-cómico. En los Verdes-Progresistas
su estrategia apuntala el Establecimiento imperante, mantiene el doble juego de
seguir apoyando el gobierno neoliberal de Santos y pretende erigirse como campo
de atracción ante el desvencijado Polo y la soledad de grupos errantes. Como
“izquierda consentida” la Alianza Verde es una fuerza del capital, fortalecida
a partir del desastre de la izquierda del Polo; un proyecto que consolida la
idea de “capitalismo democrático”, un ariete en la contemporización del poder.
Su programa y su dirección revelan el giro del centro-izquierda hacia la
defensa del ordenamiento burgués y la conciliación de clases. Ni siquiera logra
potenciar lo “verde” como lucha social-ambiental, ni alcanza a desplegarse como
iniciativa socialdemócrata. El “progresismo” es la defensa a ultranza de la
Constitución del 91, cuyo marco histórico-político cimentó el modelo neoliberal
y abrió las compuertas del capital transnacional. El PDA, fuerza que había
logrado potenciar el acumulado histórico de la izquierda, fue despedazado por
la acción envolvente de la derecha, el oportunismo liberalsocialdemócrata y el
efecto destructor de la conciliación y la corrupción. Su lucha queda reducida a
conservar su “personería jurídica” y mantener su capacidad de control político mediante
la acción de sus dos o tres parlamentarios “estrellas”. La historia también
pasa su “cuenta de cobro”. Salvo un acontecimiento el PDA seguirá alejado de
las posibilidades de reconocimiento y apoyo popular que otrora contó, y que los
“Verdes-Progresistas” contribuyeron a desmontar sistemáticamente. Quizá es
“tarde para el hombre”, como dice William Ospina. Esta historia truculenta no
es triste; es simplemente la lógica desgarradora ante la carencia de un
pensamiento estratégico, la ausencia de organización social y popular y la
inconsecuencia ética y política. El Moir, columna vertebral del Polo,
estructura una política hegemónica basada en la consolidación de una alianza
con una supuesta “burguesía nacional”. Las recientes declaraciones del senador
Robledo confirman la tesis de que el reformismo como la socialdemocracia son
“fogoneros” del capitalismo. En palabras de este preclaro parlamentario, si a
Colombia lo que le hace falta es más capitalismo, no queda otro camino que mantener
el statu quo y acentuar la dominación burguesa. Precisamente, más
capitalismo es lo que viene agenciando el gobierno de Juan Manuel Santos a través
de las “locomotoras” del capital transnacional.
De
protocolizarse un acuerdo entre el partido comunista y los Verdes se revelará
el grado de infortunio y desolación en el cual se encuentra esta formación
política. Quizá no sea el “canto de cisne” para el glorioso “partido del
proletariado”, sino el torbellino arrollador de los “demonios de Korosawa”. Entre
la espada y la pared, tratará de salvar su “honor”; sin embargo, procedimientos
como éstos, en vez de fortalecerlo, lo podrían llevar a un “pantano”. Sorprende
que en un momento de negociación política del conflicto interno, el partido
defensor de la causa de la paz, termine sometido a la lógica de quienes siempre
lo deslegitimaron y condenaron. En este sentido, la postura de Marcha
Patriótica en la actual coyuntura es más comprensible, en la medida en que los
acuerdos de La Habana son aún inciertos y el panorama político no está
despejado y predomina un alto grado de confrontación en el seno del “Bloque de
poder”. En su planteamiento se trata de “No participar como movimiento político
y social en la contienda electoral”; sin embargo, en su última Resolución deja
abierta una ventana para que algunas fuerzas integrantes de MP puedan
“contribuir al fortalecimiento de la democratización que hoy demanda el país”, lo
que podría dar lugar a una ambigüedad, históricamente conflictiva y
contraproducente.
El
movimiento social es amplio y plural, tiene muchas expresiones y ha logrado importantes
logros en la defensa de los Derechos Humanos, las resistencias en salvaguardia
de los territorios, las luchas contra el poder de las transnacionales y la locomotora
minero-energética. En particular, el movimiento indígena representa una fuerza
poderosa de amplio reconocimiento nacional e internacional por el tipo de
proyecto, la forma de organización y movilización. Sin embargo, en su campo se
libran muchas batallas; en particular, en su seno se asientan propuestas
políticas en curso, dispares, que no logran cimentar un gran movimiento de proyección
nacional que articule lo urbano, lo social en un sentido plural. A la hora de operar
políticamente en el concierto nacional, su propuesta aparece dispersa. Los
recientes esfuerzos de unidad están aún en proceso de maduración.
“Lo
interesante”: desatar el Acontecimiento
En
medio de la fragmentación y la confusión, pese a todo, la “situación es excelente”.
El punto clave es saber si nos acomodamos o producimos un giro de disrupción y emprendemos
un proceso de reinvención de la alternativa antisistema. En este punto de inflexión
radica el encanto de la política emancipadora. La izquierda, en su conjunto, ha
renunciado a la dialéctica, al pensamiento crítico y al espíritu
revolucionario. Se ha vuelto conservadora, ha acentuado su ancestral apetito
burocrático, se ha ido convirtiendo en una élite de mandarines y caudillos. El
propio Petro ayudó a elegir su propio verdugo, el procurador Ordóñez; la propia
“izquierda” destruyó los más importantes referentes organizativos como el Polo
y la Alianza Democrática-M19. Lo “políticamente correcto” es la línea de
continuidad de la resignación y la adaptación al sistema imperante. Su emblema:
no hay revolución en curso, ni tiempo, ni forma para cambiar el mundo. En
palabras de algunos de sus voceros, “ya estamos muy viejos para esas locuras”,
“estamos mamados de ser oposición”, “el asunto es cómo vamos ahí en el poder”,
“todo es lo mismo”, la “revolución es inútil”, “tenemos ya la Constitución del
91”, etc., etc. En este espectro, se ha mantenido
una suerte de “Club de elegidos” de la “izquierda consentida” que juega con los
imaginarios cuando le conviene, y ataca con ferocidad burguesa cuando su
“programa”, su “ideario” y sus intereses se ven confrontados por fuerzas y
movimientos alternativos: recuérdese la huelga de Los corteros, las
luchas de los pobladores del Huila contra El Quimbo, las expresiones
espontáneas y rebeldía de la ciudadanía y de los jóvenes en la ciudad de
Bogotá, en respaldo del Paro Agrario, etc., procesos que fueron incomprendidos por
la izquierda socialdemócrata y reformista, y no pocos condenaron y
despreciaron. Pareciera que el “espectro” del capital hubiese poseído el alma
de lo alternativo y paralizara su
espíritu. De algún modo, sucede con las negociaciones de la paz en La Habana,
el país sigue impávido, expectante y silencioso. El odio de las derechas contra
la paz no tiene nombre; podría decirse que su obsesión no son las Farc, sino
los riesgos estratégicos de su ambición totalitaria, la protección de su
régimen hacendatario y señorial y los intereses macroeconómicos de la
corrupción y la parapolítica. La presunción de que la “izquierda” a través del
proceso de paz se “ha tomado el poder”, como lo manifiesta Pablo Victoria, es una
forma para “matar dos pájaros con un mismo tiro”.
Para
decirlo con Zizek (El año que soñamos peligrosamente, Akal), tras el
colapso del socialismo burocrático y autoritario, todos participamos de la
misma catástrofe ontológica. Para
reconstituir el movimiento de la izquierda es preciso configurar Lo común,
situar el espacio de creación de las múltiples subjetividades como horizonte de
articulación y emancipación. Justo en el momento más crítico, de mayor
desesperanza y cooptación, la izquierda tiene que volver por sus fueros, no del
mismo modo como ha operado. Ni con el mismo esquema, ni el mismo método. Las
resistencias ya tuvieron su lugar y sentido. De lo que se trata es de repensar
la posibilidad de superar este límite y concentrarse en la ruptura radical de
los dispositivos dominantes de poder. Aunque parezca paradójico y a la luz de
las experiencias revolucionarias en Egipto, Grecia, Túnez, Zizek plantea que
“el único modo de detener el sistema es dejar de resistirse a él”, esto es, se
trata de actuar de acuerdo con los signos de los tiempos, comprender las
“señales del futuro”, valorar la nueva espacialidad de la explosión social, los
boquetes liberacionistas de la subjetividad, potenciar los saberes creadores y
la memoria. Estos “tiempo interesantes” no son de congoja y desesperación, sino
de creación. La potencia del ser radica en “Caminar hasta encontrar nuestra
espalda” como dicen los zapatistas.
´PROFESOR QUE MARAVILLOSO ARTICULO, CADA UNO DEBERÍAMOS TENER LA CAPACIDAD DE DAR A CONOCER NUESTRAS OPINIONES FRENTE A LO QUE PASA EN NUESTRO PAÍS, ES SOLO QUE LOS MIEDOS, NO NOS DEJAN, HACEMOS LO QUE LOS DEMÁS HACEN, MARAVILLO TENER UN DOCENTE CON ESA CAPACIDAD DE LIDERAZGO Y AUTONOMIA.
ResponderBorrarQUE INTERESANTE ARTICULO, TOCA LA REALIDAD DE NUESTRO PAIS SIN PANTALLAS, DEFINIENDO LA VIOLENCIA COMO EL PROTAGONISTA DE LA HISTORIA COLOMBIANA.
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