octubre 03, 2013

SINDICALISMO PARA EL SIGLO XXI


Por: Carlos Arturo Gamboa B.

Secretario ASPU Universidad del Tolima
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El sindicalismo, esa palabra que hoy a muchos le produce fobia, nació en el siglo XVIII, en plena revolución industrial cuando la máquina amenazaba con desplazar al hombre. Viendo los múltiples artefactos que pululan hoy y que son más importantes que lo humano, esta profecía perece haberse cumplido. En muchos entornos un PC, una celular, una tableta o un video proyector, son más importantes que un ser humano.
Pero el sindicalismo creció en fuerza porque buscaba reducir la penuria del trabajador y construir lazos solidarios de clase para defenderse de la avalancha capitalista que desde entonces buscaba la ganancia a costa de la vida misma. Esa profecía hoy no es tal, hoy es una realidad. El planeta está en riesgo y el capital sigue en auge.
De diversas maneras el sindicalismo generó tejidos sociales para evitar la explotación total del ser humano frente a un proyecto des-humanizante del capital, pero no estuvo exento a las distintas presiones que lo socavaron.
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La teoría Weberiana no fue ajena al sindicalismo, en cierta medida, como toda organización moderna, terminó siendo presa de la burocratización. Demasiadas estructuras, demasiadas ideologías en disputa por las organizaciones y el padecimiento de los mismos síndromes de la izquierda, hizo que el sindicalismo se fortaleciera hacia adentro, pero que descuidará su centro de acción: la solidaridad humana, el afuera.
 Las empresas y sus ideólogos observaron las contradicciones de los sindicatos, que terminaron por ser aparatos al servicio de una minoría (hegemonías), y aprovecharon para intentar desaparecerlos por tres vías:
·         Cooptación por medio de prebendas, ofreciendo estímulos económicos y sociales a los dirigentes sindicales, quienes terminaron traicionando a las mayorías sindicalizadas. También por medio de ofrecimiento a cargos públicos de poder; en Colombia tenemos ejemplos como Angelino y Lucho Garzón, dos muestras de lo evidente, pero los casos se cuentan por cientos.
·          Desprestigio del sindicalismo. No pocos discursos se construyeron intentando demostrar que las ineficiencias de las organizaciones se debían a los sindicatos. Esta estrategia también fue efectiva, por eso hoy socialmente los sindicatos no tienen un alto respaldo. El caso más contundente es la salud en Colombia, muchos de los males del ISS se le achacaron al sindicato, pero hoy, una década después de su desmonte, vemos que la ineficiencia y deshumanización es culpa del sistema, no de los trabajadores asociados en una agremiación.
·         Amenaza, muerte o exilio. Esta estrategia logró que los más éticos sindicalistas que no pudieron ser cooptados, ni desprestigiados, fueran sacados del escenario de la lucha sindical. Los casos son tantos que el Estado quedaría en quiebra indemnizado estas atrocidades patrocinadas por la ultra-derecha, el paramilitarismo, las fuerzas militares y en muchos casos la misma guerrilla.
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El sindicalismo hoy enfrenta una gran crisis, de legitimidad y de idearios de lucha. Legitimidad en un mundo en donde la fuerza laboral se ha desplazado a unos escenarios más abstractos, como la oficina, el aula de clase, la misma calle, lo cual crea una falsa atmósfera de bienestar; pero nunca antes el capital (hoy encarnado en el mercado de consumo de bienes y servicios) fue más salvaje y deshumanizado.
El sindicalismo hoy, en el siglo XXI, debe retornar a su ideario de solidaridad con el trabajador más desprotegido, con los débiles, con aquellos que en medio del tsunami del consumo se ahogan en la miseria. Debe abandonar la idea del privilegio de los líderes, de la búsqueda de la prebenda individual, de la burocratización, del sindicato como trampolín para ascensos, del sindicato como instrumento de partidos políticos con idearios cerrados.
El sindicato del siglo XXI debe ser una organización sentí-pesante. Solidaria. Democrática en sus acciones. Radical frente a la devastación del capital. Dialéctica. Autónoma en sus decisiones, no funcional a sus patronos de turno, sólo de esa manera podrá recuperar su legitimidad con los gremios y con la sociedad.
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El sindicalismo en el campo de la educación ha padecido los mismos rigores y ha cometido los mismos errores que el sindicalismo de la industria. En el caso de la Universidad del Tolima, la asociación Sindical de Profesores cumple 40 años de actividad; con una historia y una memoria que aún no han sido abordadas, que los jóvenes estudiantes no conocen, que las nuevas generaciones de docentes deben escudriñar.
ASPU ha liderado no pocas luchas y ha cometido no pocos errores, pero en tiempos como este, cuando un televisor pantalla plana atrae más la atención que la dignidad de un trabajador, es casi un privilegio contar con un sindicato que en medio del desierto de lo real, construye oasis.
Por eso el sindicato de profesores de la Universidad del Tolima debe ser renovado; debe ser incluyente dándole mayor participación a esa fuerza laboral de catedráticos que representan el 85% de docentes; debe abrirles las puertas a las mujeres que siempre oxigenan los espacios; debe darles lugar a los jóvenes profesores quienes en estos tiempos de conexión en red, de iPod en mano, aún creen en la solidaridad y entienden que solo acercando nuestras voluntades podremos enfrentar un sistema que se alimenta de nuestras venas.

VIDEO LISTA 3: AUTONOMÍA, DEMOCRACIA, RENOVACIÓN Y ACADEMIA



VIDEO LISTA 3. PARTICIPACIÓN, EQUIDAD, NUEVOS ROSTROS



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