Por: Carlos
Arturo Gamboa B.
Secretario ASPU
Universidad del Tolima
*
El
sindicalismo, esa palabra que hoy a muchos le produce fobia, nació en el siglo
XVIII, en plena revolución industrial cuando la máquina amenazaba con desplazar
al hombre. Viendo los múltiples artefactos que pululan hoy y que son más
importantes que lo humano, esta profecía perece haberse cumplido. En muchos
entornos un PC, una celular, una tableta o un video proyector, son más
importantes que un ser humano.
Pero
el sindicalismo creció en fuerza porque buscaba reducir la penuria del
trabajador y construir lazos solidarios de clase para defenderse de la
avalancha capitalista que desde entonces buscaba la ganancia a costa de la vida
misma. Esa profecía hoy no es tal, hoy es una realidad. El planeta está en
riesgo y el capital sigue en auge.
De
diversas maneras el sindicalismo generó tejidos sociales para evitar la
explotación total del ser humano frente a un proyecto des-humanizante del
capital, pero no estuvo exento a las distintas presiones que lo socavaron.
**
La
teoría Weberiana no fue ajena al sindicalismo, en cierta medida, como toda
organización moderna, terminó siendo presa de la burocratización. Demasiadas
estructuras, demasiadas ideologías en disputa por las organizaciones y el
padecimiento de los mismos síndromes de la izquierda, hizo que el sindicalismo
se fortaleciera hacia adentro, pero que descuidará su centro de acción: la
solidaridad humana, el afuera.
Las empresas y sus ideólogos observaron las
contradicciones de los sindicatos, que terminaron por ser aparatos al servicio
de una minoría (hegemonías), y aprovecharon para intentar desaparecerlos por
tres vías:
·
Cooptación por medio de prebendas,
ofreciendo estímulos económicos y sociales a los dirigentes sindicales, quienes
terminaron traicionando a las mayorías sindicalizadas. También por medio de
ofrecimiento a cargos públicos de poder; en Colombia tenemos ejemplos como
Angelino y Lucho Garzón, dos muestras de lo evidente, pero los casos se cuentan
por cientos.
·
Desprestigio del sindicalismo. No pocos
discursos se construyeron intentando demostrar que las ineficiencias de las
organizaciones se debían a los sindicatos. Esta estrategia también fue
efectiva, por eso hoy socialmente los sindicatos no tienen un alto respaldo. El
caso más contundente es la salud en Colombia, muchos de los males del ISS se le
achacaron al sindicato, pero hoy, una década después de su desmonte, vemos que
la ineficiencia y deshumanización es culpa del sistema, no de los trabajadores
asociados en una agremiación.
·
Amenaza, muerte o exilio. Esta
estrategia logró que los más éticos sindicalistas que no pudieron ser
cooptados, ni desprestigiados, fueran sacados del escenario de la lucha
sindical. Los casos son tantos que el Estado quedaría en quiebra indemnizado
estas atrocidades patrocinadas por la ultra-derecha, el paramilitarismo, las
fuerzas militares y en muchos casos la misma guerrilla.
***
El
sindicalismo hoy enfrenta una gran crisis, de legitimidad y de idearios de
lucha. Legitimidad en un mundo en donde la fuerza laboral se ha desplazado a
unos escenarios más abstractos, como la oficina, el aula de clase, la misma
calle, lo cual crea una falsa atmósfera de bienestar; pero nunca antes el
capital (hoy encarnado en el mercado de consumo de bienes y servicios) fue más
salvaje y deshumanizado.
El
sindicalismo hoy, en el siglo XXI, debe retornar a su ideario de solidaridad
con el trabajador más desprotegido, con los débiles, con aquellos que en medio
del tsunami del consumo se ahogan en la miseria. Debe abandonar la idea del
privilegio de los líderes, de la búsqueda de la prebenda individual, de la
burocratización, del sindicato como trampolín para ascensos, del sindicato como
instrumento de partidos políticos con idearios cerrados.
El
sindicato del siglo XXI debe ser una organización sentí-pesante. Solidaria.
Democrática en sus acciones. Radical frente a la devastación del capital.
Dialéctica. Autónoma en sus decisiones, no funcional a sus patronos de turno, sólo
de esa manera podrá recuperar su legitimidad con los gremios y con la sociedad.
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El
sindicalismo en el campo de la educación ha padecido los mismos rigores y ha
cometido los mismos errores que el sindicalismo de la industria. En el caso de
la Universidad del Tolima, la asociación Sindical de Profesores cumple 40 años
de actividad; con una historia y una memoria que aún no han sido abordadas, que
los jóvenes estudiantes no conocen, que las nuevas generaciones de docentes
deben escudriñar.
ASPU
ha liderado no pocas luchas y ha cometido no pocos errores, pero en tiempos
como este, cuando un televisor pantalla plana atrae más la atención que la
dignidad de un trabajador, es casi un privilegio contar con un sindicato que en
medio del desierto de lo real, construye oasis.
Por
eso el sindicato de profesores de la Universidad del Tolima debe ser renovado;
debe ser incluyente dándole mayor participación a esa fuerza laboral de
catedráticos que representan el 85% de docentes; debe abrirles las puertas a
las mujeres que siempre oxigenan los espacios; debe darles lugar a los jóvenes
profesores quienes en estos tiempos de conexión en red, de iPod en mano, aún
creen en la solidaridad y entienden que solo acercando nuestras voluntades
podremos enfrentar un sistema que se alimenta de nuestras venas.
VIDEO LISTA 3: AUTONOMÍA, DEMOCRACIA, RENOVACIÓN Y ACADEMIA
VIDEO LISTA 3. PARTICIPACIÓN, EQUIDAD, NUEVOS ROSTROS
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