Por: Carlos Arturo Gamboa B.
En febrero de 2012, cuando
lanzábamos el No. 21 de la Revista
Aquelarre, escribí unas palabras alborozadas que cerraban así:
(…) necesitamos de locos, soñadores, atrevidos con palabras,
derruidores de templos, anatemas, socavadores del sistema, forjadores de
martillos, eso es lo que reclama nuestro tiempo, de esos seres se deben poblar
las universidades, de esos seres se alimenta Aquelarre, gracias a ellos por
estar cerca, por sus grafías, por sus apuestas, porque por ellos quienes
enfrentan los nuevos molinos de viento, es factible seguir celebrando un
Aquelarre, distante forma del recuerdo que evitará el olvido.
Hoy sigo
pensando lo mismo, sólo que miraré su transcurrir desde la distancia, porque
ante la insolencia se debe erguir la dignidad. No puede un ser humano
endilgarse el remoquete de “crítico” y someter bajo el imperio de su verbo toda
acción, no puedes gritar libertad mientras tu suela aprisiona las ideas de
los “otros”. La ruptura se hizo inevitable ante la enunciación y actuar
constante del director del Centro Cultural, Julio César Carrión, quien sin
atreverse siquiera a debatir los argumentos, afirma tajantemente que la revista
no se maneja bajo “criterios de democracia”: ¿Por qué será que a veces nos
negamos a aceptar lo que sospechamos? Ese simple enunciado encierra la
imposibilidad colectiva y es mejor estar en situación de abismo que anclado a
un proyecto en donde se nos exige que actuemos de florero.
Debido a la injustificable
expulsión del profesor Alexander Martínez Rivillas del Comité Editorial de
Aquelarre, un grupo de los demás miembros expresamos lo paradójico de tal
acción en una revista cuyo eje central es el pensamiento crítico, por lo cual decidimos propiciar un debate desde la revista y el Comité Editorial para seguir
consolidando el proyecto y evitar que los buitres que planean a la distancia
dieran cuenta del mismo. Por eso esperamos sopesando los argumentos porque a
veces las rupturas son oportunidades; pero finalmente la terquedad y el
personalismo terminaron por derruir lo colectivo. Tanto la expulsión del
profesor Martínez como la negativa a la argumentación crítica, me llevan a
expresar mi alejamiento del proyecto Aquelarre.
No es factible
seguir remando en una canoa timoneada por la soberbia. No es posible aceptar el
desprecio por el afecto. Es impensable sobrevivir a la deriva de un tiempo
insolidario, cuando incluso a tu costado izquierdo la insolidaridad campea en seudo-abrazos.
Es mejor cambiar de ruta, al fin y al cabo en un lugar sin democracia,
cualquiera puede ser sospechoso por pensar.
Mientras tomo
distancia pensaré como lo hacía José Ingenieros, que “así como los pueblos sin
dignidad son rebaños, los individuos sin ella son esclavos”. Como en los antiguos ritos paganos, sin participación real no hay colectividad y se desdibuja el aquelarre. Punto final.
Apreciado Carlos Arturo, al leer su escrito "Punto final", comparto con usted la decisión de hacerse a un lado ante los antidemocráticos y pedantes procederes de quien se esperaba fuese lo contrario ya que siempre ha reclamado democracia y legalidad Institucional.
ResponderBorrarCordial saludo de Héctor Edo. Esquivel.
La Revista Aquelarre hace honor a su nombre, porque allí sólo hay espacio para los "eruditos" y "vocingleros" vijeos brujos de izquierda mandados a recoger. Carrión y Gantiva acusan de gamonal a quien se les enfrente, pero ellos no quieren soltar de ninguna manera su pequeña tierrita de debajo de la biblioteca. Y claro, los pesitos que han logrado sacar de la administración.
ResponderBorrarBien que se retire, profesor Gamboa. No haga parte de la antología de revistas donde sólo aparecen "comentarios críticos" de Carrión, Boris y los inmamables editoriales gantivistas. Y como me contó alguien que hacía parte del consejo editorial de Aquelarre: "Para Carrión la revista debe ser excluyente. Porque nadie, ningún estudiante o profesor bendecido por él, tiene el nivel intelectual para ser publicado."
Julio César Carrión es sólo un intelectualoide que no quiere perder los rublos que le ha sacado a la universidad para imprimir sus malos libros. En redes sociales no hace otra cosa que responder a comentarios con citas. Sus libros son mil citas y un punto suyo. ¿Acaso tiene algo por decir o hacer más que ser un izquierdista retardatario? A mí me parece que ni siquiera conocerá la obra de Lenín, porque sufre de "La enfermedad infantil del izquierdismo en el comunismo."
ResponderBorrar.
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