“La lucha
democrática no debe ser fetichizada; es una de las formas de la lucha, y su
elección deberá estar determinada por una evaluación estratégica global de las
circunstancias, no por su valor intrínseco ostensiblemente superior…”
Slavov Zizek.
Toda esa
promoción publicitaria del supuesto “valor intrínseco superior de la
democracia” como forma de organización social y de gobierno, frente a otras
opciones políticas, nos convoca a estar muy
atentos, porque existe una constante manipulación teorética que ha
reducido la democracia y sus valores, a una simple retórica teatral y
efectista, de la que se hace uso, no sólo entre los politiqueros en trance de
elección, sino, particularmente, en el parque temático de las universidades.
Se trata de una
manipulación que se realiza con las palabras, tesis y posturas, supuestamente
“democráticas”, que son hábilmente empleadas por todo tipo de farsantes, ya no
sólo de la vieja derecha goda y sectaria, sino, ahora, en nombre y
representación de los activistas y militantes de una nueva izquierda académica
y universitaria. Para este tipo de “activistas” -que hoy ocupan cátedras y
cargos de dirección, principalmente en las universidades públicas- el quehacer
político se reduce a la realización de sus intereses personales, astutamente
disfrazados de interés general. A su pose de “intelectuales comprometidos”,
adicionan verborrea pseudo-democrática y una constante retahíla de lugares
comunes: se autoproclaman como los más auténticos “demócratas”, simulando
supuestos saberes, lo que les permite, en todo caso, defender veladamente el
statu quo que les beneficia, mientras esconden el oportunismo y el trepadorismo que les acompaña.
Tras la
obtención de puntajes para su promoción y ascenso, estos campeones del
rastacuerismo y la simulación, desaforadamente buscan el reconocimiento, la
divulgación mediática de sus imágenes y el despliegue publicitario y
farandulero de todo cuanto hacen o dejan de hacer. Ensayan todas las formas de
genuflexión y entrega, y hasta hablan de “humildad universitaria” para obtener
y preservar dicho “reconocimiento” -que se expresa, claro está, en los cargos
alcanzados, mediante convenientes “acuerdos” y renunciaciones-.
Bajo la
publicitada teoría de que sus actuaciones están acompañadas de la “sensatez”,
de la “decencia”, de la “cordura”, del “academicismo”, nos dicen que es a
partir de sus “tesis” centristas, tolerantes y pacifistas, como se puede
alcanzar la más amplia convergencia e integración entre las diversas
expresiones del espectro político. Ocultan sus más oscuros intereses
personales, tras la disculpa de buscar el “bien común”. Estos son, en resumen,
los peligrosos “académicos”, nuevos defensores y promotores de las “sanas
costumbres” y de “la democracia”.
Ese tipo de
mentalidad esquizoide -sumisa y subalterna, con los poderosos, pero altanera y
represiva con los dependientes- se multiplica y reproduce aceleradamente en el
mundillo universitario, y se expresa mediante sofisticados mecanismos de
represión y propaganda, utilizados por estos cruzados de la “democracia”, en la
tarea de perseguir “el restablecimiento de la moral y de las sanas costumbre”,
promoviendo desde sus oficinas o desde la cátedra, acciones contra la
drogadicción, el alcoholismo, el microtráfico de estupefacientes; en fin,
acciones por la decencia y la cordura oficialmente establecidas. Su compromiso
es seguir la tradición de aquellos líderes y caudillos que, como Hitler o Mao
Tse Tung, obtuvieron resonantes “victorias” reiterando permanentemente sus
“principios” de “decencia”, “pureza”, “transparencia”, “honestidad”… y llamando
constantemente a la defensa de los ideales -la raza, la nación, la clase, la
patria, la democracia, la revolución cultural
o, la academia…-
Esa supuesta obstinación -o tozudez- por la
defensa de la democracia de lo existente, esconde y disimula la real defensa
del poder despótico que representan, pero que les es necesario enmascarar.
Hay en todo ello una especie de triunfo
póstumo de Hitler o de Mao y en general del fascismo -de derecha o de
izquierda-, pues, esta “astucia de la razón” opresiva y dictatorial, cada vez
más caracteriza a los regímenes “democráticos” del capitalismo tardío, y como
cumpliendo una especie de metástasis, se despliega obteniendo vigencia,
continuidad y permanencia en las más diversas instituciones académicas y
universitarias.
También Joseph Goebbels, el ministro defensor
de la “democracia ennoblecida” que representó el nacionalsocialismo alemán, en
su momento, propondría descaradamente como clara expresión de su activismo
político, una serie de “principios” a cumplir, para la obtención del triunfo.
Tesis, propuestas y estrategias, que constituirían no sólo el a-b-c del
fascismo, sino de todo activismo publicitario y propagandístico de los grupos y
partidos políticos del fascismo democrático, o demofascismo, en el mundo
entero.
Como lo
analizara George Orwell en su novela “1984”, en el pequeño gueto universitario
-que imita y reproduce los “valores” de esta democracia simulada-, opera esta
especie de policía del pensamiento, encargada de defender y mantener la
democracia, las buenas maneras y los elementos necesarios para el desarrollo
institucional, curricular y académico. Estos personajes cumplen su tarea: Ponen
a circular mentiras, cuidadosamente elaboradas, en los circuitos del poder y
luego las difunden anónimamente a través de una capa conjuntiva de peones de
brega, de lacayos y de sacamicas, dispuestos a las mayores abyecciones con tal
de preservar sus precarios contratos laborales. Además, un complejo equipo de
rábulas y picapleitos, que fungen de asesores jurídicos y hasta de directivos
académicos, no conformes con utilizar a su arbitrio oficinas como las de
control interno disciplinario y otros organismos de direccionamiento o de
“desarrollo institucional”, -empleadas, exclusivamente, para controlar,
amenazar y mantener un régimen de miedo sobre los trabajadores y empleados- se
deleitan repartiendo beneficios, cargos y promesas, entre sus huestes y
clientelas; como se ha venido haciendo desde la colonia en un régimen señorial
hacendatario que aún pervive.
Estos jefecillos -de derecha o de “izquierda”-
emplean los medios masivos de comunicación, para poner en picota pública y
criminalizar a quienes se atreven a protestar; utilizan amañadamente los
servicios de los organismos de control, atareándolos con un sinnúmero de quejas
y solicitudes de investigación, promoviendo la judicialización de quienes se
salen del redil y, aprovechando las ventajas de oscuras relaciones personales
en el mundillo subterráneo y corrupto de la llamada justicia colombiana,
temerariamente usan estos organismos estatales de vigilancia y control,
manejando a su arbitrio a algunos venales jueces e “investigadores”, amén de todo un equipo de policías,
informantes, delatores, acusadores y señaladores de oficio. Como si todo esto
fuese poco, estos “académicos”, terminan empleando un lenguaje similar al de
las fuerzas represivas del Estado.
Se trata de
personajes que pululan hoy en las universidades públicas, quienes, para mayor
vergüenza, se presentan como campeones de las militancias izquierdistas, del
conocimiento, de la vida intelectual, de la academia, de las buenas maneras y
hasta de la juventud… Y todo ello lo hacen… a nombre y en defensa del “ethos
universitario” y de la “democracia”.
A mi me gusta. Debe haber algunos a quienes no les guste...
ResponderBorrarBuen día,
ResponderBorrarsí, esta es una reflexión que describe en forma adecuada a los pseudo-demócratas o mentirosos social-demócratas
Sin embargo, en este momento son aún peores los fachoburócratas con poder administrativo que pretenden vender la imagen de "calidad ICONTEC" en las universidades públicas.
Asqueante y muchísimo más peligroso... un buen ejemplo es ... mira donde estamos.
Saludos,
María Cecilia