A
finales de enero del 2012, escribí, pensando en la finalización de un periodo
de más de 10 años de la administración de Ramón Rivera en la Universidad del
Tolima, y en los nuevos destinos: “El reto está
en poder tejer el hilo de la transición de una institución mercantilizada y
tecnocrática hacia esa Universidad Pública que deseamos, si estas rupturas no
se gestan estaremos entonces condenados a la extensa noche del continuismo.” Pocos días
después, el 1 de febrero, el Rector encargado, Héctor Villaraga, leía en acto
público, de frente a la comunidad académica lo que muchos consideraron,
entonces, un documento que esbozaba el cambio de ruta en los destinos de la
única universidad pública en miles de kilómetros a la redonda. Hoy seis meses
después, es hora de un balance.
El primer punto de
aquel documento expuesto por el todavía hoy encargado rector, hacía referencia
al debate en torno a la construcción de una Ley Alternativa de Educación Superior,
reconociendo los problemas estructurales de la Universidad Pública y ofreciendo
garantías a la MANE y La Constituyente Universitaria, como expresiones
legítimas para el debate y la construcción de escenarios alternativos de transformación.
Hoy, tanto la MANE capítulo Tolima, como La Constituyente Universitaria, no han
contado con las garantías para desarrollar sus derroteros, los calendarios
académicos elaborados atentaron de entrada contra toda lógica de accionar el
movimiento hacia la reflexión, muchos de los actores de la Constituyente
Universitaria fueron blancos de persecuciones soterradas, las comunicaciones
que se enviaron a la administración y al Consejo Superior nunca fueron
respondidos, el silencio siguió siendo la mejor coartada para impedir el
movimiento de transformación de la Universidad del Tolima. Si, el silencio.
El segundo punto
planteaba la evaluación y la construcción de un Plan de Desarrollo, aspectos
que aún no se han realizado, esencialmente porque la estructura de continuismo
no ha sido objeto de contradicciones, sino que las políticas académicas y
administrativas siguen el mismo curso que durante la última década, es decir, a
la deriva y en silencio.
El punto cuarto
asumía una revisión de los procesos de egresados, estudiantes, decanos y
rector; procesos que nunca han sido sometidos a la crítica desde un enfoque de
democracia real, por el contrario, el egresado al Superior fue elegido bajo un
esquema anti-democrático en el cual diez votos decidieron por una población de
miles, y de nuevo el llamado al Superior y al rector por parte de sectores de
la Constituyente Universitaria, fue desconocido. Otro silencio más.
El representante de
profesores al Superior fue elegido amparado en una asociación a-sindical sacada
del sombrero de los magos de la administración y sus adeptos, incluso contó con
la venia de uno de los hoy candidatos a rector, Herman Muñoz, y cuya única
opción de transformación para la Universidad del Tolima, consistió en satanizar
y señalar de manera cínica y peligrosa el debate argumentado de la Asociación
Sindical de Profesores (ASPU) y su posición de Abstención Activa frente a lo
que consideró una artimaña para que la estructura del poder se perpetuara.
Dicho y hecho.
Los estudiantes, por su parte, no pudieron
contar que las garantías democráticas “reales” para llevar a cabo su proceso de
elección al Superior, esto debido en gran parte a que el modelo imperante es
excluyente, no se basa en las realidades que vive la Universidad del Tolima y
no permite la discusión sobre las necesidades estudiantiles cuando cerca del
70% de la población se encuentra por fuera del campus, en el denominado modelo
de Educación a Distancia. El proceso quedó truncado y repleto de silencios.
Próximamente se elegirán
decanos, contando con el mismo viejo esquema antidemocrático, excluyendo de facto a los Catedráticos que
conforman cerca del 80% de población docente, dejando claro que a los adalides
de la Universidad del Tolima las palabras igualdad, derechos, equidad y ética,
le son extrañas, así las enuncien en sus discursos. La mayoría de los decanos,
que conformarán el Consejo Académico, se parecen cada día más a los
Congresistas que legislan a su favor, se hacen relegir desde sus cargos y
manipulan la comunidad con pequeñas prebendas que reparten entre su cofradía;
los que disientan serán denominados “bochinchosos” y excluidos de cualquier
posibilidad de debate. A ese ritmo la elección del rector será una parodia más,
porque para la adormecida comunidad universitaria, el nombre ya se sabe, por
eso muchos sectores ya han corrido a llevar sus ofrendas a nuevo adalid de la
fábrica de los silencios. En todo este escenario del espectáculo burlesco, la
gran ausente ha sido la democracia, los elegidos a las representaciones y
cargos jamás propiciaron un debate, presentaron un plan de trabajo de cara a
las grandes necesidades de la Universidad y la región. La Universidad del
Tolima como el departamento, está tomada por caudillos que saben que la
estrategia del “tamal electoral” garantizará su continuidad.
El punto nueve del
documento rectoral anunciaba que era, “necesario recomponer la relación entre la
academia y la administración. Ésta última no puede ser un fin en sí misma, ni
el factor real de poder que determine la orientación de la Universidad…”, enunciado que contó, y seguirá contando, con apoyo
de todos aquellos que hayan transitado por los procesos académicos de la
Universidad del Tolima, y que padecen las múltiples leguleyadas que someten la
academia a un trámite sin fin, y que además han posicionado el administrador de
los recursos por encima del intelectual, de la producción de investigación, de
la construcción de saber; que han hecho del Alma
Mater un espacio macondiano en donde es más importante tramitar un CDP que
escribir un libro. En este campo, señor rector encargado, tampoco hemos avanzado
nada.
El punto diez y once abordaban en problema del
marcado desbalance de profesores de planta frente a los retos académicos de la
universidad, así mismo se enunciaba la necesidad de, “crear un plan para dignificar el pago de los servicios por hora cátedra”.
Pues ha de saber la comunidad que no ha habido nuevas convocatorias de docentes
de planta, que cada vez son más los que saltan a cargos administrativos dejando
un vacío en los proceso de formación de pregrado, que a los catedráticos nunca
les reconocieron las horas adeudas por el paro del semestre II de 2011, que se
concertó una mesa jurídica para tratar el tema de los catedráticos y fue
cancelada por la administración de manera unilateral, que los catedráticos
están mal pagos, que se anunció un reajuste de la hora cátedra pero nunca se
hizo efectivo, que los que forman las futuras generaciones de este departamento
son los más excluidos en la academia. Que nadie les da la cara a los
catedráticos. Aquí el silencio se hace más profundo.
En el ítem 12, se planteaba que era“…necesario concertar reglas claras de
selección, permanencia, formación y desvinculación del personal administrativo,
reglamentar el régimen de carrera y un plan para resolver la situación de la
abrumadora contratación de personal supernumerario o transitorio”,
situación no menos crítica que las ya enunciadas, y que ha convertido la
Universidad en un teatro del absurdo, pues conocemos cientos de casos de
personas que han laborado durante años y son despedidos sin ninguna
justificación, sólo porque el gamonal de turno necesitaba el puesto para su
recomendado, y otros que llegan y son nombrados “provisionales” sin ningún
reparo. La Universidad carece de un plan humano laboral y eso no se soluciona
haciendo promesas electoreras de que todos “serán nombrados de planta” o
nivelados. Se requiere equidad y justicia laboral. Se requiere replantearnos la
Universidad como centro del saber, no como un “trabajadero más”, por eso ASPU
esbozó un debate en torno a dicha reforma y nunca el Superior respondió, al
contrario, los sectores proclives a decir siempre si sin sopesar argumentos,
salieron a atacar a quienes pedimos
transparencia en el proceso, menos demagogia y más reglas claras. ¿En dónde
estarán los vendedores de ilusiones en estos momentos? Quizás refugiados en sus
bastiones burocráticos. Mucho silencio.
He dejado el punto cinco, sobre el Instituto de
Educación a Distancia, para enunciar que en algo se ha avanzado. Las políticas
de ajuste académico realizados en el IDEAD demuestran que cuando hay convicción
académica y voluntad política, se puede transformar; sólo que allí se cuenta
con una estructura que debe ser objeto de mayor compromiso de las directivas y
del Consejo Superior Universitario, porque la realidad hoy es que la
Universidad del Tolima es a distancia, con el 30% de estudiantes en el modelo
presencial. Por lo tanto se debe avanzar hacia la consolidación de una
educación de calidad, hacia la democratización de sus escenarios, hacia una
inversión directamente proporcional al impacto social, hacia la cualificación y
mejoramiento laboral de sus funcionarios, hacia el nombramiento de docentes de
planta que garanticen proceso de continuidad en investigación y formación. Lo
realizado en el IDEAD puede valorarse como un buen síntoma, pero si no se
constituye una comunidad académica que rodee el proyecto, si no se generan
cambios normativos que garanticen la continuidad de ideas, al cabo de unos
meses, cuando cambie el escenario electorero, nos enfrentaremos de nuevo a la
gran drama de esta Unidad Académica, todo el que llega cree que la historia
empieza con él.
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