¿Cuál es el destino de la Universidad Pública en Colombia? Esa es la pregunta sobre la cual deberían girar todas las discusiones actuales de la academia, pero que desafortunadamente está ausente de la gran mayoría, sin restar importancia por supuesto al gran debate que han generado los estudiantes universitarios desde múltiples lugares, como la MANE y la Constituyente Universitaria, entre otros.
El sentido de la educación radica en la potencialización de una comunidad hacia el sentir crítico, la generación de saber y la idea colectiva de nación a la que aspira una sociedad; y en un planeta cuya dimensión de gobernanza está supeditada a los rizomáticos movimientos de la sociedad del consumo y las intrincadas secuelas del poder monetario, pensar en nación, en comunidad y sentido crítico, pareciera ser distópico. Pero es precisamente la imposibilidad de esa posibilidad la que debe erigirse como el vórtice de la tensión. O nos asumimos de lleno al mundo del mercado, con sus fugaces esperanzas de bienestar, con sus seudo-concepciones al deseo humano, o radicalizamos nuestra postura como “entes pensantes” que conforman la común-unidad universitaria y desde allí apostamos a la fuerza de las ideas y al engranaje de la acción. Otra universidad debe ser posible, he ahí el imperativo. No se trata de pequeñas transformaciones, de acomodamientos a los cauces del mercado, de aceptación a aguas-tibias de las políticas que no son nuestras, sino que se gestan en las entrañas de las bolsas de valores y los enunciados de bien(mal)estar económico.
Por lo tanto, la radicalización del pensamiento no debe ser tomado como un síntoma de “avance hacia atrás”, sino como un sentir colectivo humano que reclama otra sociedad, otro des-orden. Jugar al puzzle que nos proponen el espíritu reformista de la época, no es sino adaptarnos a las reglas del juego. Des-adaptarse es la salida, de lo contrario seremos el bufón de la corte que por unas horas le está permitido burlarse del séquito y luego retornar a su caverna de silencio. Des-intelectualizarse es urgente para el sujeto universitario, abandonar su pedestal de acomodamiento en donde reposan sus migajas de un antiguo sueño. Cerrar el juego de tecnócratas y abrirle espacio al retorno de las ideas, del pensamiento en su más radical accionar, de-construir el entramado universitario y devolverle el saber al sujeto para que él sea sujeto de saber.
¿Para quién es el reto? Para todos aquellos cuya dimensión antropo-social le sea dado llamarse universitario. Difícil desafío para una comunidad adherida a la tranquilidad de no pensarse, de permitir que otros (no el Otro) decidan sus derroteros. El resultado de la no acción está a la vista, esa es la Universidad que hemos venido construyendo, la cual ostenta paredes, diplomas, conglomerado de silencios e indicadores, pero que cada vez está más lejos de ser una institución que dialogue con su entorno y con su tiempo. La otra universidad, la que nos impele el tiempo-histórico a construir, debe ser la piedra en el zapato de sistema. ¿Tendremos hombres y mujeres dispuestos a este reto? Esa es la otra gran pregunta.
Una invitación a la propia confrontación para autoproclamarse o no como hacedores de saber, al buscarlo, asumirlo, darle vida libre, amarlo y proponerlo. Gracias por incitar a la pregunta sobre nuestra universidad y lo que hacemos por ella.
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