Por: Carlos Arturo Gamboa B.
Docente Universidad del Tolima
La muerte o su alusión
convierte en preciosos y patéticos
a los hombres. J. L. Borges
A veces olvidamos lo efímero que
somos. Nos dedicamos de lleno a vivir de la manera que el tiempo nos obliga a
vivir y entonces relegamos a la vida misma. Olvidamos que somos finitos, que el
tiempo que nos ha sido otorgado es apenas una bocanada de aire.
Por estos días, en nuestro pequeño y
gran mundo llamado Universidad del Tolima, hemos sido estremecidos por el
dolor. Una compañera ha decidido darle fin a su existencia en un acto
misterioso y sublime. Un acto que hace parte de la historia misma de lo humano,
un acto consumado que nos recuerda lo frágiles que somos.
Su partida nos conmueve, su decisión
estremece las bases de las creencias individuales y colectivas. Algunos la conocieron
muy de cerca, quizás lo suficiente para entender sus miedos, sus sueños, sus
deseos. Otros quizás apenas cruzamos con ella una mirada, un saludo, una
actividad cotidiana de muchas realizadas en esos trece años que habitó sus días laborales
junto a nosotros.
Otros quizás llegaron a enterarse que
existía, justo ahora. Pero de muy cerca o de lejos todos fuimos tocados por su
decisión. Y en nuestras cabezas las preguntas rondan. Somos el resultado de la
relación con los otros, somos nos-otros, y como institución que enseña, su
principal objetivo es aprender de las experiencias, por dolorosas que estas sean.
Escuchar lo que se dice en momentos
como éste puede ser esclarecedor para la comunidad, porque el lenguaje siempre
deja una huella. Pero también debemos ser capaces de preguntarnos a nosotros
mismos sobre el territorio de lo profundamente humano: ¿lo estamos transitando?
Padecemos un tiempo, somos
sobrevivientes pasajeros de una pandemia que aún no termina, pues sus efectos
seguirán dando cuenta de ella. Como sociedad fuimos escindidos, encerrados,
removidos de nuestras cotidianidades durante dos eternos años y ahora no
podemos retornar a ese viejo lugar confortable que habitábamos antes, ¡cómo si
nada hubiese sucedido! Hemos mutado. Nuestras emociones fueron puestas a prueba
y los resultados están por verse.
Cuando se sobrevive quedan huellas
profundas de la experiencia transitada, y como estábamos encerrados debemos readaptarnos,
reaprender a vivir juntos. Son estos los tiempos de volver a pensarnos en
colectivo, con nuestras diferencias a cuestas, pero juntos.
Hay algo inevitable y bello en la existencia, es la certeza que todos tenemos de que un día la muerte saltará sobre nosotros o nosotros saltaremos a ella. Por eso cada minuto, cada día, cada mes o año que tengamos a favor debemos apreciarlos y dotarlos de las maravillas de la existencia.
Debemos vivir asombrados de la vida. Es lo que nos
debe enseñar, o recordar, esta tristeza.
In memoriam de Claudia Sánchez
Ibagué septiembre 16-2022
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