Por: Carlos Arturo Gamboa Bobadilla
Docente Universidad del Tolima (IDEAD)
A las 7:59 de la noche del 5 de mayo de 2021, ingresó
al Hospital Universitario San Jorge de Pereira, Lucas Villa Vásquez, estudiante
de la Universidad Tecnológica de Pereira. Tiene 37 años, está cursando Ciencias
del Deporte y Recreación. Mientras escribo esta nota trato de obtener las
últimas noticias respecto de su estado de salud, sólo se sabe que sigue siendo
crítico, pero hay esperanzas de que le haga, con su alegría, un quite a la
muerte dictaminada por quienes siembran horrores.[1]
Lucas Villa Vásquez ha estado a punto de sumarse a los
más de 30 muertos en apenas 8 días de protesta, movilización que se desató con
el detonante de una infame reforma tributaria en medio de una de las mayores
crisis económicas y sociales de los últimos tiempos, aunque hablar de crisis en
Colombia es casi un pleonasmo.
Alrededor de
este vil atentado mucho se ha dicho, pero hubo algo que en particular me
pareció atroz. En algunas redes, por supuesto proclives a la defensa del
presidente Duque y sus acciones secundadas por el Centro Democrático (es
increíble saber que aún hay un puñado de crédulos que se niega a ver la
realidad), se mofaban porque Lucas con 37 años aún estaba cursando un pregrado
en la Universidad. He ahí una mirada obtusa, limitada y mezquina de la
educación en este país de desigualdades.
En el Sistema de Educación Superior de Colombia, según
cifras del MEN en agosto del 2015, “sólo el 41,2 % de los estudiantes de
colegios oficiales y el 56,4 % de no oficiales, para una tasa de 48,5 %,
aparecen en los registros de absorción a la educación superior”; [2] pero
también sabemos que a partir del 2018 la cobertura ha venido reduciéndose y
desde que la pandemia empezó a hacer estragos, este indicador se agravó aún más.
Muchos jóvenes deben renunciar al sueño de sus estudios
universitarios, otros aplazan dicho deseo. Apenas cerca de 2.5 millones[3] de
personas forman parte del sistema de formación universitaria en Colombia, tanto
en instituciones públicas, como privadas. Y no todos son jóvenes.
Afortunadamente existen proyectos de formación alternativos que le permite a
muchos, quienes postergaron el sueño universitario, poder lograrlo sin importar
la edad.
Resalto el caso de la Modalidad de Educación a
Distancia, que desde el año 1982, viene generando posibilidades de formación a
esa población “doblemente excluida”, que por múltiples razones no pudieron
ingresar a la Universidad una vez culminado el ciclo de formación media.
Algunos no obtuvieron los puntajes suficientes para ingresar a escasos cupos de
la educación pública presencial, otros no contaron con el dinero suficiente
para el valor de la matrícula en la Universidad Privada, otros debieron darles
prioridad a los compromisos laborales para la manutención de sus familias,
entre muchos aspectos más.
En el caso del Instituto del Educación a Distancia de
la Universidad del Tolima, hemos abierto las posibilidades de formación a
hombres trabajadores, madres cabeza de familia, padres adultos, comunidades
indígenas, población sorda y, por supuesto, miles de jóvenes, a quienes les
favoreció nuestra lógica y compromiso de inclusión. Ellos no tuvieron que ir a
la universidad, la universidad fue a ellos, y con un gran esfuerzo de
cooperación Inter-Institucional el último año lo han podido hacer de manera gratuita.
En nuestras aulas es fácil encontrar un chico de 17
años conformando un grupo de trabajo con una señora cuyos hijos superan la edad
de su compañero de clases. O un padre y su hijo estudiando al mismo tiempo, un
hermano mayor y un hermano menor, una pareja cursando un pregrado con hijos que
van al colegio, una madre que estudia distancia mientras su hijo estudia presencial,
la variedad etaria es lo de menos.
Esto se debe a que, como modelo alternativo,
incluyente y pertinente, el modelo del IDEAD-UT, sabe que la formación no tiene
edad, que mientras haya deseos y oportunidades, debemos hacer de la educación
superior un camino de ascenso, aprendizaje y crecimiento sociales.
Quienes se mofan de la edad de Lucas, son más que
miopes para no ver la alegría que desbordaba y que ha quedado testimoniada en
las redes; la alegría de alguien que se sabía protagonista de su proceso de
formación, pero además que poseía la conciencia política y el valor ciudadano
para ser actor de transformación.
Le dispararon vilmente, 8 veces acertaron, pero de
seguro no han logrado matar el sueño del derecho de la educación, en un país en
donde miles de adultos se forman, a la par de la fogosa juventud, mientras
otros miles aún esperan contar con esa posibilidad.
Hoy todos juntos nos movemos a defender ese derecho,
que sólo será posible cuando se instaure la Educación Gratuita para todos. Esta
debe ser una consigna más de esta gran movilización por un país mejor.
He allí porque esta utopía...seguiremos caminando cada vez con más prisa para lograr llegar en pie y con la cabeza en alto a esa sociedad justa que merece el Pueblo colombiano.
ResponderBorrarHoy se está sembrando una nueva semilla, de la que esperamos cosechar conciencia de clase, una semilla con mucha capacidad de leer en contexto, de manera crítica y propósitiva, ese es el temor de quienes hoy ostentan el poder. ¿Cuanto tiempo tardará el proceso? No importa ya se está gestando, por eso hay muchos Lucas en nuestro país, que vieron retrasar sus aspiraciones por la falta de oportunidades. Hoy están despiertos y dispuestos a dar el todo por el todo.¡¡¡Eureka!!!
ResponderBorrar