Por: Carlos Arturo
Gamboa B.
Docente Universidad
del Tolima
Todos
conocemos la fábula del pastorcito mentiroso y por eso no la repetiré. La
historia que contaré también tiene un mentiroso, compulsivo diría un psicólogo,
es decir, alguien que engaña para sentirse importante. O más bien un mentiroso
instrumental, quien miente para obtener réditos individuales, así los disfrace
mediante argucias de colectividad. Quizás posea las dos características.
Lo
cierto es que este personaje miente y miente sin importar el tamaño de su
mentira. Uno suele verlo, hace muchos años, en el campus de Santa Helena de la
Universidad del Tolima, revoloteando por todas partes, pegado de su celular y
auto vociferando engaños. Busca orejas desesperadamente, eso les encanta a los
mentirosos. Una mentira sin oreja es igual inofensiva un celular sin plan de
datos.
Francis
Bacon solía decir: “Calumniad con
audacia, algo siempre quedará”, y esto lo tiene claro el protagonista de
esta parábola real. Por eso no se avergüenza de mentir, es más, ha hecho de la
mentira su forma de vida. Mentir le ha permitido deambular entre oficinas, atraer
incautos y hasta ocupar cargos de representación. Engañar es un arte y engañar
electores, un arte calificado.
“De todas las formas de engañar a los
demás, la pose de seriedad es la que hace más estragos”,
escribió Santiago Rusiñol, por eso el mentiroso se asume como «intelectual», se
siente conocedor de los secretos institucionales, se declara ávido y defensor
de las causas nobles, sabe camuflarse. Pero algo sí es seguro, y Abraham
Lincoln hace años lo advirtió: “Nadie
tiene la memoria suficiente para mentir siempre con éxito”.
Por
esta razón, el mentiroso de esta historia suele siempre buscar nuevos nichos, sujetos
neófitos para engendrar en ellos su larva de apariencia inofensiva. Incautos
siempre ha habido, incautos siempre habrá. Pero no importa, la mentira tiene su
talón de Aquiles: es la verdad. Y como dijo el señor Félix, pero Lope de Vega
por supuesto: “No hay tan diestra
mentira, que no se venga a saber.”
¿Y
por qué la mentira tiene asidero en el mundo universitario? Pues es que muchas
de las supuestas verdades que construyen el saber, son falacias. Lamento
desencantarlos, la verdad es la primera víctima de las pasiones, los intereses particulares
y alguna que otra tesis doctoral. La
academia también está plagada de mentiras, como las plazas de mercado, las
alcaldías, las cantinas o los noticieros.
Hay
un viejo proverbio que reza: “Con una
mentira suele irse muy lejos, pero sin esperanzas de volver”, el problema
es que el viaje del mentiroso tiene una ventaja, cada vez encuentra nuevos
lugares donde acampar. Y uno que otro fruto cosecha quien riega semillas de
odio a la vera del camino.
El
mentiroso también intimida, nada más requiere de una estrategia de miedo que la
mentira. La mentira siempre va acompañada de amenazas, en este caso las más
frecuentes son: “te voy a demandar”, “me están persiguiendo”, “me quieren
acallar”. En el mundo universitario estos enunciados son letales amenazas, porque
como lo dijera Séneca: “El que recibe lo
que no puede pagar, engaña.”
Yo
quisiera regalarle a este mentiroso, que no es pastorcito ni hace parte de un
cuento maravilloso, esa frase de Alfred De Vigny que dice: “La vida es demasiado corta como para perder
una parte preciosa fingiendo”. Por eso, ya pare de engañar, los que ahora
le creen por ingenuidad luego lo olvidarán, como ya lo olvidaron los que algún
día le creyeron. Los que ahora se acomodan a sus mentiras tratando de
configurar un complot, luego lo rechazarán.
Mire hacia atrás, el reguero de mentiras que ha dejado desaparece cada
vez que ingresa al bosque de la verdad. Luego no tendrá a dónde regresar.
A
los ingenuos los invito a aproximarse a la verdad. Dejen que sus llamas los
calienten. Es placentero ser parte de esa institución que se hace llamar universidad,
pero no olviden que en ella siempre se procura la certeza. No seamos la paja en
donde la mentira anida, no olviden a C.C. Coton y su sentencia: “El mayor amigo de la verdad es el tiempo;
su más encarnizado enemigo, el prejuicio; y su constante compañera, la humildad”.
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