Por: Carlos Arturo Gamboa B.
Leer a Žižek
siempre es una aventura, porque desde que formuló su propuesta de «visión de
paralaje» nos ha ido a acostumbrando a abordar el mismo objeto desde otra óptica,
un igual fenómeno desde otra mirada o a releer la historia para hallar en ella
otras interpretaciones, incluso unas “aberrantes” como las clasificara alguna
vez Umberto Eco. También en Žižek encontramos la proliferación de elementos de
la cultura popular, de la sociedad de masas y un sinfín de anécdotas que se
producen en un mundo cada vez más interconectado por los problemas globales,
elementos muchas veces despreciados por la alta cultura que considera que el
vulgo no produce, o reproduce, nada de valor conceptual para entender el mundo.
Son estos mismos
elementos los que aparecen en el texto titulado Problemas en el paraíso. Del fin de la historia al fin del capitalismo,
en donde nos invita a revisar varios temas que forman parte de lo que se
considera el paquete de la crisis global que la humanidad enfrenta. De ese
modo, nos encontramos analizando, junto al filósofo esloveno, el ascenso del
populismo de derecha que el año 2016 marcó un hito con el advenimiento de
Trump; el fenómeno del crecimiento desaforado y la construcción de un nuevo
capitalismo en Corea del Sur y en China, lo cual más que fortalecer la idea de
un mundo unificado nos enseña que en medio de ese paraíso deseado por el libre
mercado, lo que hallamos es la más cruenta pesadilla de la especie humana que se
enfrenta al espejo de su autodestrucción. Temas como un balance del fracaso de
los movimientos de la Primavera Árabe, los Occupy Wall Street, el avance del
anti-eurocentrismo, la crítica constante al papel de la izquierda en todo el
mundo, la propuesta decolonial y muchos otros temas se sostienen en la tesis
fundante que solo es posible un cambio en el sistema, si el cambio es radical
porque: “Pueda que esto suene utópico, pero la verdadera utopía es la idea de
que podemos sobrevivir con pequeños cambios cosméticos” (2016, p. 44).
Ante la tormenta
de sucesos que no dan tiempo siquiera para ser interpretados, porque se
superponen a nuevos hechos, el mundo pareciera estar llegando a un momento de
alto pragmatismo y cinismo político, cubriéndose de un velo democrático que se
ampara en la falsedad de lo que elige, como se pudo constatar en la elección de
Trump o en la derrota del plebiscito de la paz en Colombia; quizás como lo
expone Žižek se deba a que: “(…) la mayoría de la gente no está cualificada
para decidir: lo único que quiere es mantener sus privilegios intactos, sin
darse cuenta de las consecuencias catastróficas que se producirían si sus
exigencias se cumplieran” (p. 50), en concordancia exclama de nuevo el autor:
“No basta con liberarse del tirano; la sociedad que dio origen al tirano debe
transformarse por completo”. (p. 125)
Un constante
reclamo que Žižek hace, no solo en este libro sino en casi toda su obra, es
acerca del papel de la izquierda, si es que aún es posible agrupar ideas y
personas alrededor de este adjetivo. Por el planeta entero deambulan-mos seres
aferrados a movimientos y/o consignas que parecen revolucionarias, pero que,
según el esloveno, lo que hacen es enmascarar la impotencia de hacer una revolución
de verdad, es decir, son revolucionarios sin revolución: ecologistas,
defensores de los animales, vegetarianos, feministas y demás islas ideológicas
que buscan cambiar el mundo dejando intacto el sistema. Frente a esta postura
uno puede estar en desacuerdo con Žižek, aunque sus sólidos argumentos son
también una invitación a revisar los derroteros que guían el quehacer político
de los movimientos que se hacen llamar “alternativos”, que a la luz de los
hechos se convierten en parte del sistema y avalan el cinismo de la democracia
actual que domina el planeta, por eso la pregunta a resolver es la siguiente:
“¿Cómo podemos pasar, entonces, del globalismo de las mercancías a un
globalismo político más radical?” (p. 188).
Así, entre
análisis de películas, anécdotas, citas eruditas clásicas, alusiones a
discursos de la cultura de masas y referentes filosóficos de la cultura popular
y de la tradición letrada, Žižek nos regala de nuevo una sonata para intentar
entender un tiempo caótico que se cierne a una velocidad descomunal sobre
nuestro presente. El reto siempre sigue siendo el mismo pero con otro contenido
debido a que “Hoy el comunismo no es el nombre de una solución, sino el nombre
de un problema, el problema del bien común en todas sus dimensiones: el
bien común de la naturaleza como sustancia de nuestras vidas, el problema del
bien común de nuestra biogenética, el problema de nuestros bienes comunes
culturales («La propiedad intelectual»), y por último, pero no menos
importante, el bien común como espacio universal de la humanidad del que nadie
debería ser excluido” (p. 250).
Ojalá nos quede
tiempo para ahondar en su lectura y en el debate de sus propuestas. Hoy más que
nunca la izquierda, y sobre todo la colombiana, debe hacer un alto en su
máquina repetitiva de los viejos manuales y detenerse a interpretar los
actuales signos de la historia presente, ya no basta con seguir aferrados a los
postulados pensados para otros tiempos, postulados que muchos ni leyeron de sus
fuentes primigenias y menos confrontaron con las realidades de los contextos.
Hoy más que nunca debemos entender los problemas que derriten esos paraísos que
buscamos afanosamente, nosotros que siempre anduvimos errantes, expulsados de
un lugar que deseamos pero que quizás solo es otro infierno disfrazado de
democracia, globalización, libre mercado y capitalismo.
Posdata: Un caluroso saludo de año nuevo a todos los lectores de este blog.
Excelente texto
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