Por:
Carlos Arturo Gamboa B.
La
novela realista cumple una función vital para entender el espíritu del tiempo
en que se realiza y en la que habita el autor, pero no siempre logra, sin
sacrificar la estética, combinar ficción y realidad. La novela Suicídame de Andrés Arias es un buen
ejemplo de que se puede lograr equilibrio entre denuncia social y literatura,
tal vez rememorando los postulados que Jean-Paul Sartre nos hacía sobre la
necesidad de establecer una mirada de crítica en la literatura y desde allí
establecer interpretaciones artísticas del fenómeno social, porque:
La
literatura está penetrada de socialidad. Los materiales que utiliza provienen
esencialmente de la sociedad, de la historia de la sociedad. Resulta
inconcebible escribir el texto más mínimo sin que por él, de un modo u otro,
pase la historia y, desde luego, la sociedad, con sus divisiones, sus
conflictos, sus problemas (Citado por Hombravella, 1973, p. 16).
Ahora
bien, Andrés Arias es comunicador social y literato, con una vasta experiencia
en los medios de comunicación en Colombia, lo que dota la historia de una
verosimilitud absoluta, pero sin ser copia total de la realidad; acá la
narrativa como representación se regodea con la realidad y le permite al
lector, por momentos, pensar que está leyendo un testimonio del tiempo aciago
en que habitamos, pero no podemos olvidar que la literatura vas más allá de ser
simple copia o duplicado de la realidad.
Divida
en 18 capítulos, Suicídame plantea la
historia de un periodista veterano, subsumido en los poco honestos entramados
de los medios de información, atrapado entre sus sueños pasados de realizar un
buen oficio: “Durante casi veinte años trabajé en La Libertad. Cuando me fui hastiado de tanta sangre, ya llevaba mis
buenos años como editor de la sección judicial” (Arias, 2010, p. 16), nos dice
el personaje central, Antonio Fandiño, no más despunta la novela. Ese tono
pesimista sobre el oficio del periodista cruzará totalmente la novela. Ese
hombre cansado de ver la realidad opacada en los medios, la manipulación de las
noticias, los medios al servicio obsecuente del poder y la desmitificación del
oficio, se encuentra de pronto obnubilado por la valentía de una joven
practicante que llega a la revista Vistazos.
Ella es Margarita, quien le dará vueltas al mundo de confort que construye un
medio sometido a los caprichos de un gobierno corrupto hasta la médula y que le
recuerda a Fandiño la razón de ser del oficio: “Soy periodista, los periodista
investigamos y escribimos” (p. 50), algo que no sucedía en la revista Vistazos.
Por
lo tanto, en ese encuentro se gesta la trama, las historias están frente a los
ojos de los todos, pero ellos, en su mayoría, son medios de Palacio, dedicados a
contar lo que el poder de turno desea que se cuente y a ocultar lo innombrable;
la realidad se ignora porque “…es mil veces más compleja que la ficción, y por
lo tanto escribirla también lo es” (p. 62). Entonces, el viejo periodista ve
aparecer ante sus ojos las visiones de un pasado militante, crítico, soñador y
deseoso de cambio, pasado que llega para confrontar ese mundo que de comodidad
y alienación que construyó. Margarita aparece para recordarle que algún día fue
distinto y ahora solo es un espíritu domado por el establecimiento y sus
métodos, “era el mejor de los empleados porque era incapaz de desobedecer” (p.
135).
Como
era de suponerse, el espíritu inquieto de Margarita la lleva a escribir un
artículo en contra del establecimiento, en contra del mismo presidente de la
república, alguien que está en el poder reelegido, alguien que está cuestionado
por los métodos violentos que usa contra la oposición, alguien que manipula
todo desde el Palacio, alguien que logra adormilar a todo un pueblo, lo cual
conlleva a preguntar al narrador:
¿Por
qué la gente no lo notará? ¿Por qué seguirán comprando felices la revista y
leyéndola fascinados de comienzo a fin sin reparar en que lo que se tragan como
periodismo no es más que el directo mensaje subliminal de la gente de Venero…
como olvidarán también al que ha tenido que huir, al desaparecido y al
silenciado? (p. 148)
Y
Margarita entonces desaparece luego de la publicación, Fandiño es despedido por
actuar como cómplice de aquel artículo y empieza un periplo por establecer la verdad
de todo. En un país de miles de desaparecidos, Margarita es apenas un número
más, alguien que quizás huyó, renunció o se fue del país; sin embargo, sabemos
que fue desaparecida porque “… la muchachita se atrevió a publicar lo
impublicable” (p. 185).
Ahora
bien, la novela sigue su curso en una fatal coincidencia con la realidad del
país, la desaparición de la practicante solo le interesa a su familia, su
círculo cercano de amigos y a Fandiño, quien se obsesiona con saber la verdad
que ya sospecha, aunque: “Las noticias parecían las mismas de siempre, como si
el mundo no hubiera cambiado…La mismas guerras, las mismas masacres, los mismos
muertos, los mismos robos, la misma publicidad encubierta, las mismas mentiras.
La misma basura” (p. 204). Y sin la verdad queda la certeza de la realidad, así
lo reconoce el viejo periodista: “Ahora que lo pienso, a Margarita no la mató
meterse en el bajo mundo; lo que la mató fue hacer público lo que había de bajo
en el más alto de los mundos: el del poder” (p. 231).
Para
finalizar, basta decir que la novela juega de manera magistral con la realidad,
nos transporta a nuestro presente como si él fuera un tiempo ido, nos recuerda
la miseria de país que han construido unos pocos y que padecemos las mayorías,
nos enfrenta a la manipulación de la que somos objeto y nos conduce por los
laberintos de nuestra cotidianidad. Si existe un lector que desee ver nuestra
terrible realidad novelada, Andrés Arias nos regala este agradable espejo. Toca
leerla, en otro tiempo no muy lejano hubiese sido prohibida, o su autor hubiera
corrido el mismo destino que la protagonista.
Referencias bibliográficas
ARIAS,
Andrés. (2010). Suicídame. Bogotá:
Ediciones B Colombia. S.A.
HOMBRAVELLA,
Francisco J. (1973) Qué es la literatura.
Barcelona: Biblioteca Salvat Grandes Temas.
Solicito reencarnar como el Dios de la creacion universal de los vórtices virtuales permanentemente estable (no provisional) porque blasfemé contra el Espíritu Santo de Jesucristo con mi posterior indulto divino por el tal.
ResponderBorrarAtentamente:
Jorge Vinicio Santos Gonzalez,
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1999-01058-0101 Guatemala,
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