Perseguir
disimuladamente es una de las costumbres más arraigadas en la cultura
colombiana. Es una estrategia que ha usado el establecimiento, los partidos
políticos, los jefes, la policía, los mandos medios de las organizaciones públicas
y privadas, los machos, los docentes, y todo aquel que quiera disfrazarse como “demócrata”,
para lo cual debe ocultar el “pequeño tirano” que lo habita.
Persiguió
veladamente Santander a Bolívar, con sus seudo-leyes, las cuales siguen
operando en la cultura colombiana, porque no hay instrumento más idóneo para
perseguir “que las leyes acomodadas” a los intereses del perseguidor. Persiguieron
disimuladamente los terratenientes a los negros e indígenas que habían
participado en las luchas independentistas, y aunque querían exterminarlos de
frente, no podían parecerse a los monarcas españoles con quienes se habían
disputado el poder.
Persiguió
con artilugios la iglesia católica, a los negros, a los indios, a los homosexuales
(siempre y cuando no fueran curas), a los de otras religiones, a los liberales
en plena época de la “violencia”, que en Colombia es casi toda su historia.
Y
así se ha perseguido encubiertamente, disfrazando la tiranía de democracia,
quizás por eso en Colombia no han sido necesarias las dictaduras, porque en
ellas el poder político militar no tiene límites, y en este país siempre los
políticos y militares, de todas las calañas, han sido todopoderosos.
Persiguió
con disimulo Uribe y su horda de belicosos con el eslogan de “seguridad democrática”, que no era otra cuestión que
ponerle un nombre llamativo a la barbarie de los falsos positivos, de la
apropiación de las tierras, del desplazamiento y la masacre.
Al
final, todas estas persecuciones disimuladas, quedan en evidencia. El proyecto
de negación del otro se vislumbra y no se pude ocultar, para lo cual los
aparatos de represión se activan, las acciones destructoras de la otredad salen
a flote. El oficinista no puede ocultar que quería acosar sexualmente a su
subalterna y la despide. El político no esconde más su generosidad después de
las elecciones e ignora a sus votantes, y se dedica a perseguir de frente a sus
contradictores. Así funciona la lógica. La argucia de perseguir desde el
ocultamiento le permite al victimario hacernos creer a todos que las razones de
acabar con el otro, eran justas.
Por
lo tanto, no es de extrañarse lo que el gobierno de Santos está haciendo hoy…perseguir
veladamente a los movimientos sociales, a los defensores de derechos humanos, a
los sindicalistas, a todo aquel que le quepa en su cabeza un proyecto de nuevo
país. Por eso se dan estas detenciones de los últimos días, las cuales tienen
mayor visibilidad que muchas otras que a diario se ciernen sobre la cabeza de
los campesinos, sindicalistas y luchadores sociales en comunidades apartadas. A este ritmo de paranoia persecutoria pronto
pondrán tras las rejas a don Gonzalo, porque el pasado viernes le escuché
decir:
-
Ya
me mamé de tirar piedra, ¡es hora de que explote alguna vaina…! -Estábamos en las
canchas de tejo, y unos gorilas infiltrados tomaron nota en su libreta de
persecuciones. Luego hicieron una llamada-
Ni
modo, la cultura nuestra ha legalizado el “persigue y reinarás”, si no me creen
miren su entorno más inmediato y podrán observar a los perseguidores felices en
sus pequeños tronos, o vean las noticias.
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