Licenciado en Lengua Castellana U.T.
Candidato a Magister en Literatura de la UTP
Una vieja broma de escritores dice “publiqué en la editorial Bolsillo propio” y el chiste terminó en una editorial verdadera Editorial El Propio Bolsillo que publicó inclusive a Jaime Jaramillo Escobar, María Cristina Restrepo, Luis Fernando Macías Zuluaga, entre otros.
Con la invención de la imprenta creció el ánimo de los escritores por divulgar sus obras aunque los costos alejaban a los más pobres. Hoy en día las cosas son más fáciles y la pululación de editoriales de garaje facilita las cosas. Hay quien imprima, hay quien quiere publicar y los costos son accesibles. Todo está dado.
Publicar representa someterse al escrutinio público, dialogar con la tradición, salir del anonimato en algunos casos y el primer paso para adquirir cierta visibilidad o para desaparecer definitivamente. La mayoría de los libros no alcanzan siquiera una segunda edición. Publicar a monto propio significa en la mayoría de los casos perder la inversión o recuperarla en muchos años, regalar los libros a gente que nunca los leerá, guardar cajas en la casa generando estorbo porque no se cuenta con los medios para distribuirlos y ahí el escritor termina su proceso de corrector, editor y distribuidor.
Llegar a vivir de la escritura es oficio para unos pocos. Se requiere de talento y una buena editorial que lo apoye o, la mayoría de las veces, simplemente lo segundo. No hay que descuidar las que se enriquecen y a los autores sólo le llegan algunas migajas.
Y publicar de bolsillo propio no es que sea un pecado, no por lo menos para quien escribe. El pecado radica en la cultura, que se ve llena de objetos defectuosos, mal terminados, mal editados y sin ningún valor estético. El pecado también radica en que muchos editores se dedican a ensalzar a polluelos de escritor, haciéndoles creer que son grandes poetas, narradores, cuentistas y demás. No hay ningún proceso de selección serio más allá de que el pseudoescritor tenga disponible unos cuantos ahorritos para invertir o gastar en una edición. Esto ha creado a cientos de enanos de escritor que se dedican al ego antes que a la obra, que se preocupan en publicar cuanto borrador de taller o de clase hacen sin siquiera hacerle correcciones. El escritor tolimense César Pérez Pinzón decía que hay quienes quieren ser escritores y hay quienes quieren escribir. Los verdaderos escritores son los segundos, como ha sucedido con un buen escritor que vive en el anonimato con una obra de gran calibre y sin ningún afán por publicar: Jacobo Reyes Godoy, quien seguramente el tiempo le hará justicia. Hay otros que publican en cuanto folletín, hoja, revista, periódico o cualquier cosa impresa para posar de escritores.
En cuanto a los editores vemos cómo andan a la caza de ellos para mirar cómo les sacan su dinero (son inocentes, al fin y al cabo, ese es su negocio). Dos casos: hace unos años se presentó el lanzamiento de un libro de “poesía” en la Biblioteca Darío Echandía con bombos y platillos. La autora dijo en su lanzamiento: “yo no sabía que era poeta hasta que el señor X descubrió unos “papeles sueltos” que tenía en mi escritorio; papeles que yo escribía en mi tiempo libre como secretaria y él se dio cuenta que yo tenía talento”. Era cierto, sólo papeles. Otra perla: hace unos días El boletín informativo de la Universidad del Tolima, algunos periódicos locales e inclusive alcaldes y decanos, celebraban que un tolimense ganó una convocatoria internacional llamada Antología de poetas hispanoamericanos y españoles Editada por Lord Byron editores en España, editora perteneciente a Leo Zelada, poeta peruano, según se reclama. Este señor lleva años enviando falsas convocatorias por internet disfrazadas de concurso, cautivando a incautos aspirantes de escritor, haciéndoles creer que han sido seleccionados para integrar tan “prestigioso proyecto editorial”. En 2010 decía Zelada “Cuando inicié este proyecto editorial de publicar a los exponentes de la nueva poesía hispanoamericana nunca pensé que en menos de un año llegaríamos a la tercera edición. Quiero agradecer antes que todo a los poetas que en forma desprendida y desinteresada confiaron en este proyecto autogestionario e independiente.[1]
Con esta argucia ha publicado decenas de antologías de cuento, poesía y ensayo. La cosa es que cada seleccionado debe pagar 200 euros para el envío de sus cinco libros. ¡Hagan cuentas! 200 Euros por 35 autores da 7000 euros. Y sólo tiene que publicar 175 libros y enviarlos. La ganancia es de más de 4000 euros por antología. Igual negocio hace una editorial que se hace llamar INSTITUTO CULTURAL LATINOAMERICANO, con varias publicaciones al año con diferentes nombres como Antología poética del sur y elegidos 2011 con este mismo sistema. Lo increíble es que en la provincia (y no nos gusta el término) ven una publicación de estas como la gran hazaña, con frases como “ahora el poeta X entró a dialogar con la poesía universal”. Sin entrar a investigar y sin corroborar las fuentes. Esto sucede porque generalmente quienes hablan de cultura son modelos, principiantes de periodismo, políticos, fotógrafos, y toda clase de gente que nunca ha estudiado arte. Las cosas que hay que ver.
No se trata de irse lanza en ristre contra la autoedición por bolsillo propio. Esto no está mal ni debe ser visto como algo indecoroso. Grandes escritores se han dado a conocer de esta manera, tampoco se debe juzgar a los editores, pues es su negocio y muchas veces ellos ofrecen las oportunidades que las grandes editoriales, signadas por el mercado y la moda, no ofrecen a escritores serios y de oficio.
[1] http://www.margencero.com/articulos/antologia.htm
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