Por: Carlos
Arturo Gamboa Bobadilla
Docente
Universidad del Tolima
La gente buena no
se entierra
Se siembra
Pedro Capó
Es la ley
inevitable de la vida, todos debemos detenernos un instante y hacernos
ausencia. Esta vez le tocó a Gabriel Arturo Castro, un ser cuya grandeza en
vida labrará una mayor al no estar con nosotros. Hombre de letras rigurosas y
fino humor fue un gran cultor y sembrador de la palabra. Como crítico fue
protagonista de la separación de la obra de la alabanza fatua y el amiguismo
ramplón; aunque admiró y exaltó a muchos escritores juiciosos y fue amigo como
pocos. Siempre certero en sus apreciaciones y consumado lector.
Un tres de junio estaba destinado como día declarado para su partida. La muerte de alguien cercano siempre nos genera una profunda tristeza y si ese ser querido ha sido ejemplo digno de imitar, la tristeza se triplica. Casi siempre se muere para ser olvidado, pocas veces al morir se empieza a trascender, este último es el caso de Gabriel Arturo.
Su obra es prolífera. No más en septiembre de 2023 pudimos asistir en la Universidad del Tolima, a la presentación de su libro titulado La literatura, el límite y la extrañeza. Summa Ensayistica 1986-2022. Aquella noche, en el evento organizado por el Centro Cultural de la UT, pudimos conversar con Gabriel Arturo y escuchar sus punzantes apreciaciones sobre literatura colombiana y regional. Con esta última siempre sostuvo una férrea discusión y su mirada no fue condescendiente con muchos autores y muchas obras debido a la ligereza literaria de ambos. No obstante, a muchos escritores jóvenes impulsó con sus consejos, correcciones y lecturas sinceras de sus escritos. Gran parte de su buen nombre lo construyó como un certero crítico y comentarista de libros desde los ya lejanos años del Magazín Dominical del periódico El Espectador.
Como poeta su obra es de calidad y consistencia, ganador de varios premios nacionales de poesía, entre ellos el premio nacional de Porfirio Barba Jacob (2009) con el poemario Tras los versos de Job, en mi opinión una rareza de libro por su lenguaje hermético y cuidado. Ese mismo año su mano generosa escribía el prólogo para mi único libro de cuentos publicado: Sueño imperfecto. Recuerdo que en la lectura previa del proyecto redujo mi propuesta inicial de 45 textos a sólo 22, ese era el tamaño de su rigor.
Como ensayista su valor radica en las pesquisas y valoraciones pertinentes de muchos libros y autores. La Universidad el Tolima, en su sello editorial, le publicaría el texto Ceniza inconclusa (2012) el cual fue presentado en la 25 Feria Internacional del libro en Bogotá y de la cual tuve el placer de hacer una breve reseña en la cual destacaba:
(…) encontramos entre
estos ensayos y reflexiones, miradas que invitan a renovar la lectura de
autores como Horacio Quiroga, Aurelio Arturo, García Lorca, Kafka, Rojas Herazo
y otros más cuya dimensión estética los convierte en referente de infinitas
interpretaciones. Así mismo, a manera de pinceladas decantadas, encontramos
breves escritos en donde el autor nos provoca con reflexiones sobre el sentido
del arte, de la imagen, de la estética, la palabra, como si quisiese adobarnos
un inventario para el que se atreva a deambular por el complejo mundo de la
creación.[1]
Y es que Gabriel Arturo
fue un provocador de la palabra, un conocedor de la estética refinada y el
trabajo escritural. En la reciente FILBO 2024 Domingo Atrasado Editores,
había presentado el libro Alegoría del buen escriba. Poesía completa, 1990-2019. Su obra
reunida quizás ya era presagio de su pronta partida.
Como docente su
calidez, exigencia y enseñanzas son conocidas de sobra. Muchos años fue
catedrático de la Universidad del Tolima, en donde sus innumerables exalumnos
son testigos de su dedicación. Quienes compartimos con él más de cerca, pudimos
constatar su ironía constante, su calidez y su punzante lenguaje. Durante los
años que fuimos compañeros de estudio en la Maestría en Literatura de la
Universidad Tecnológica de Pereira, descubrimos la pasión por la escritura y la
lectura, pero también su humor fino y alegría constante.
Al irse nos
deja muchas palabras y conversaciones pendientes, enseñanzas que se truncaron
en ese diálogo que practicaba como herramienta pedagógica. Pero nos queda su
obra, sus poemas, sus ensayos, sus notas y reseñas, pero sobre todo su recuerdo
y esa gran lección de vida de que se puede ser un escritor sencillo y completo,
aún en estos tiempos de altivez y facilismo.
Adiós poeta,
escritor y amigo Gabriel Arturo Castro, sólo estas breves palabras puedo dejar
ahora como homenaje de quien usted llamaba, -siempre sonriendo-, Charles
Artur Gambó, otro «maldito poeta», que, -solía hacer énfasis- no es lo
mismo que un «poeta malito». Extrañaré tu calidez y tu ironía.
Junio 4 de 2024.